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Propaganda LAB.
Manuel Chaves. Archivo General de Andalucía. Foto de Pablo Juliá contratado por la antigua Oficina del Portavoz (u sea Presidencia antigua).
Diamantino García Acosta. Archivo General de Andalucía. Foto de Pablo Juliá contratado por la antigua Oficina del Portavoz (u sea Presidencia antigua).
Busquen los términos medios aristotélicos.
Si no fuera porque conozco el alumnado histórico andalucista y el actual estado vegetativo de sus líderes, diría que al andaluz de a pie ya no lo levanta nadie. El único camino hacia la defensa del nacionalismo de estado, político- social- económico- sexual- sanitario- educativo- bla y blas! - es la extinción del mismo a través de un segundo y definitivo "traslado de competencias" hacia las autonomías. Para los que se escandalizan con esto de desunir el estado, sería como dejar que cada autonomía subsista por y para sí, dado que Madrid no tiene más dinero que el que ingresan las mismas. Y que sería además, una lección para generar iniciativas sin plan I+D+I ni poyas.
Adelanto que esto es un planteamiento proindependentista como salida descafeinada a la catarata que casi siempre comienzan los catalanuces. Cataluña a través de su día nacional, ha reforzado la necesidad de ingresos económicos. Luego vendrá Andalucía y Galicia. Euskadi, por tener escaso índice de deuda interna y poco paro, quizás ni lo haga. Lo que me pregunto es por qué tanto golpe de pecho con el libro de la Constitución, los derechistas y socialistas, si es lo que ha sucedido siempre en este país de aristócratas cotillas y pobres hartos de pan.
Sube la luz
El Consejo de Ministros aprobó el viernes un anteproyecto de ley para
reformar el sector energético que contiene una batería de medidas
fiscales cuyo objetivo es combatir el agujero de 24.000 millones de
euros provocado por el denominado déficit de la tarifa eléctrica.
Entre las medidas, detalladas en la rueda de prensa posterior al
consejo por el titular de Industria, José Manuel Soria, destaca una
tasa general del 6 por ciento a los ingresos a la generación
eléctrica, independientemente de la tecnología.
El despacho, de la agencia Reuters, utiliza el sofisticado idioma
político, como si pudiera disfrazarse con palabras lo que cabe en una
frase: vuelve a subir la luz.
Nos suben más impuestos que, esta vez, vendrán reflejados en el
recibo de la luz. Impuestos que van a ser ingresados –como los
anteriores, pero con la subida correspondiente- en Barcelona; subida
que va a repercutir, vía beneficios, en Italia, dado que la principal
compañía eléctrica española es italiana, es decir, propiedad del
Gobierno italiano. Impuestos de los que los andaluces aportaremos el
mayor porcentaje, como territorio de más consumo, que por algo el
Gobierno español, cuando era propietario de ENDESA, se preocupó de
absorber Sevillana, que supone más del 50% de una empresa estratégica,
actualmente en manos de un gobierno extranjero. Y, en redondeo
“fascinante”, la Generalitat reclamará unos impuestos abonados por los
andaluces.
Fascinante. Pero de fascio. Ese es el precio de ser españoles.
Cuando se habla del ser español se pregona un sentimiento. Un
sentimiento artificialmente creado por la publicidad, desde el
colegio, la radio y demás medios de comunicación. Desde la ley. Un
sentimiento históricamente insostenible, porque la historia no cuenta
la verdad. Es falso que “España” se formara a partir del casamiento de
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Y esta sólo es una de
las muchas falsedades sobre las que está construida la historia de
España. En cambio es absolutamente real el desmantelamiento
sistemático de la economía andaluza a cargo de agentes económicos
externos, apoyados por todos los gobiernos españoles, y de los mismos
gobiernos. Basta dar un repaso a las distintas empresas cerradas o
pasadas a manos extranjeras: Delphi, Gillette, Cobreros, Dumaya,
Supersol, Santana, Hytasa, Intelhorce, Astilleros, Sevillana de
Electricidad y una larga lista que haría interminable este artículo.
El siglo XX fue el de la gran diáspora andaluza, en torno a dos
millones y medio y medio de andaluces fueron obligados a salir de su
tierra porque, mientras otras zonas se industrializaban con apoyo
oficial y bancario, Andalucía perdía fuerza por la fuerza inversa de
las inversiones en unos lugares y la desinversión en Andalucía.
Andalucía recibe tratamiento colonial desde el siglo XIII. Comenzado
el siglo XXI, desde el poder se vuelve a tratar la emigración “como
solución…” ¿Qué solución? ¿Para quién? Tal vez para –entre otros- los
cientos de personas que ya no podrán trabajar en Cajasol; -más
impuestos pagados en Andalucía a reclamar por la Generalitat- fusión,
por cierto, sospechosa, quizá digna del más pormenorizado análisis por
la fiscalía.
Cuando hablamos de Andalucía, no nos quedamos en el sentimentalismo
de unos colores –calcados de los de Sevilla- ni de un himno copiado
sin escrúpulos de una nuba del siglo X. Cuando hablamos de Andalucía
hablamos de realidades. De una realidad histórica, con bastante más de
quinientos años; de una realidad social, refrendada por sucesivos y
constantemente actualizados abusos; de una realidad económica, marcada
por el interés especulativo de los conquistadores. Cuando hablamos de
Andalucía hablamos de unos derechos, el derecho de todo un pueblo a
disponer de sus propios medios, a no ser dependientes con mayores
recursos que quienes disponen de ellos.
No hablemos –no hablen- más de conciencia, porque las conciencias,
como la memoria, despiertan. Mejor no intenten mantenerla adormecida,
en nombre de una supuesta y falsa “universalidad” depredadora: la
universalidad es universal; no se frena en los Pirineos.
Seguramente, quienes han hecho el mapa de naciones emergentes, han
tenido en cuenta datos históricos, económicos, lingüísticos,
culturales. Datos reales A lo mejor hasta han caído en la ayuda
inconsciente de nuestros depredadores. Porque, no quepa duda, a la
larga –y quizá no tan larga- el mejor acicate para sugerir a una
nación su independencia, es la utilización interesada que se haga de
ella; el esquilmar sus recursos; acabar con su industria para
convertirla en consumidora y así venderle la producción del
depredador.
No cabe duda: con cada abuso cometido contra Andalucía, se está
despertando la conciencia del pueblo andaluz. Se está trabajando para
que Andalucía reclame, de nuevo, su independencia.
Autor: Rafael Sanmartín