La política en su ocaso, acerca de un libro de Emmanuel Rodríguez
Enviado por anonerror (no verificado) en Sáb, 14/01/2017 - 10:29
La
lectura crítica del último libro de Emmanuel Rodríguez nos es útil para
poder realizar una reflexión más general sobre una serie de cuestiones,
que se tocan en el libro, a partir de lo acontecido en esta zona del
mundo desde el 2011: cuestiones que van desde el 15M a la naturaleza de
Podemos y el “asalto institucional”, desde la definición de las clases a
la descomposición del capitalismo, desde la democracia al carácter
estratégico o/y programático de un proyecto comunista (incluyendo si
éste ha de ser o no revolucionario).
Por eso es quizás interesante poder
dividir este texto en partes que toquen lo que creemos constituyen los
aspectos más importantes.
A) En primer lugar
aconteció lo sorprendente, el 15M como descarga eléctrica, como pandemia
que asaltó ciudades y fronteras con su contagio viral, la semilla
germinó al contacto de miles de cuerpos que rompieron su aislamiento.
Como dice el mismo Emmanuel, el acontecimiento fue imprevisible, su
letra no estaba escrita en los acontecimientos anteriores. Compartimos
estas reflexiones del autor que van en la línea de lo que Bordiga
llamaba ionización social. La revolución es un
auténtico seísmo social que llega de manera imprevista, lo que se
encuentra separado (e idiotizado) en los tiempos normales (partículas
fragmentadas que se dan entre sí la espalda) se transforma, en una
inmensa convergencia espontánea, durante los tiempos concentrados de
revuelta, rebelión y revolución. Un germen de eso fue lo que vivimos en
el año 2011, desde Tahrir al 15M, desde Siria a Estados Unidos… Esa
descarga eléctrica, que forma la comunidad de lucha contra el capital y
el Estado, expresada en todo fermento revolucionario, es lo que
posibilita pensar la posibilidad del comunismo como un movimiento real
que supera las condiciones existentes. El comunismo no es un movimiento
ideal e ilustrado sino que surge de los antagonismos sociales que se
determinan en el suelo del conflicto social y de las determinaciones
que, dicho antagonismo, impelen a romper y superar las separaciones que
caracterizan la sociedad del capital. Las revoluciones no son obra de
minorías ilustradas sino de los movimientos telúricos de las inmensas
mayorías sociales, del proletariado que se constituye en clase, las
revoluciones no se crean desde minorías previas de vanguardia, se
dirigen desde la misma clase que se constituye en Partido. Si bien
Emmanuel lee de manera correcta la primera parte de nuestro argumento no
lo hace con sus consecuencias y determinaciones programáticas
ulteriores, veremos que esto es normal debido a la ausencia de una
perspectiva programática de tipo revolucionario y comunista por parte
suya. De esta manera tiene una dificultad (común al activismo de
izquierdas español más radical) en leer y analizar el carácter irregular
de toda lucha de clases en la sociedad del capital que no sea capaz de
transcrecer en un sentido revolucionario y sobre todo destruir las
categorías centrales del capital como relación social (el dinero, la
mercancía, el Estado, la democracia…). La irregularidad es consustancial
a la reproducción atomizada del dominio del capital, éste encuentra su
nodo central en la subsunción del trabajo en el capital, a diferencia de
las perspectivas gramscianas, tan de moda en la actualidad, que hacen
de la hegemonía del capital algo voluntaristas y extraeconómico dominado
por los aparatos comunicativos y educativos de la burguesía. En el
momento en que refluye la ionización social resurge la inercia social a
la atomización social. Pero eso no tiene que ser una condena de Sísifo,
una tormentosa piedra con la que cargar siempre, la revolución (como
bien vislumbraba Marx) es un topo que elabora de modo subterráneo para
poder emerger con más fuerza y determinación en el futuro (es lo que ha
hecho en numerosas ocasiones en el pasado) y es a dicha convergencia
asintótica a la que tenemos que prepararnos los comunistas. Hay que
recordar siempre las últimas palabras de Rosa Luxemburgo: «La revolución
fue, es y será».
B) Esta lectura es la
que lastra en análisis ulterior de Emmanuel Rodríguez que en realidad es
común al llamado momento electoral. La incapacidad de entender lo
inercial del reflujo tras un momento de ascenso y creación social como
fue el 15M. La apología de lo social se convirtió en su contrario, la
apología de la autonomía de lo político e implicó la disolución de buena
parte de “los movimientos sociales y de la izquierda radical” en el
fenómeno Podemos. Emmanuel realiza de ello un análisis periodístico,
documentado en los hechos acaecidos, utilizando una metáfora para ello:
“el techo de cristal” de los movimientos. La imposibilidad de instituir
un poder constituyente desde lo social llevó a buscar instituirlo desde
el asalto institucional. Como hemos visto en la parte anterior de
nuestro texto, este límite se debe a la incapacidad de entender el
carácter irregular de la lucha por el comunismo en la sociedad del
capital y, en última ratio, en la ausencia de una perspectiva de clase
por parte no sólo del autor sino del conjunto de la izquierda y la
extrema izquierda española (cuando hablamos de perspectiva de clase,
como quedará claro en las notas posteriores, no estamos defendiendo una
perspectiva sociológica de ésta). En realidad esta parte del libro
pierde potencia crítica en relación a otras partes (como no podía ser
menos) debido a que la idea del asalto institucional por parte de los
movimientos sociales es común a todo el espectro de la izquierda
“radical” española y no sólo al núcleo fundador de Podemos. En esta
perspectiva, se encontró también tras el 15M la corriente autónoma,
vinculada a la librería madrileña Traficantes de Sueños, en la que
milita el autor desde hace lustros. La contraposición entre política
estatal y municipalismo es una polarización muy frágil como demuestran
los ejemplos de Ahora Madrid o de Barcelona en Comú. En última
instancia, y como indicábamos al inicio de este punto, esta fragilidad
es un límite colectivo, la del autor y su corriente de referencia, el
movimiento autónomo madrileño, una corriente que realizó históricamente
una apología del crecimiento endógeno de lo social y de los movimientos
sociales (pensamos por ejemplo a la experiencia de Lucha Autónoma), como
contraposición institucional pero sin referencias programáticas, como
si la forma de lo social constituye una garantía en sí misma. Y, sin
embargo, la revolución no es una cuestión de formas sino de contenidos.
Este vacío programático se convierte con el paso del tiempo en lo
contrario, en la necesidad de una intervención política en las
instituciones desde los movimientos. Una trayectoria muy influenciada
por la misma evolución de la autonomía italiana y por referentes como
Antonio Negri.
C) Podemos es criticado
justamente como un modelo centralista, jacobino, pragmático y
populista. La máxima expresión de esto fue el modelo que emergió en
Vistalegre I donde el Secretario General tenía más poder formal que un
Secretario General del PCUS (Pablo Iglesias podía nombrar a su dirección
ejecutiva de confianza y, sin embargo, la formalidad de organismos fue
mantenida incluso en los tiempos del PCUS de Stalin, como para su
desgracia descubrió Beria cuando fue purgado por el resto de la
dirección rusa en la batalla de poder que emprendió contra él Kruschev).
Ahora bien, y como decíamos anteriormente, la solución no se encuentra
en un terreno formal, no se trata de oponer un modelo más federal o de
control de los círculos (como en su día realizó Izquierda
Anticapitalistas) o municipalista (como realiza el autor) porque el
problema es de sustancia, es de contenidos, se encuentra en la misma
idea del asalto institucional, que conlleva el sometimiento a una lógica
estatal que no controlan sus fautores. Como dijimos en su día ¿Quién asalta a quién?
Es la función institucional, de gestión del capital, quien determina a
quien ocupa el cargo y no al contrario, lo que deriva de la lógica
impersonal y abstracta del dominio del capital. Uno, bajo una sociedad
donde reina el flujo permanente de mercancías, no puede ocupar un cargo
estatal y hacer que estas no fluyan, y en esto consiste en buena medida
el dominio del capital y con él el desastre catastrófico al que somos
abocados permanentemente como especie.
D)
Como analiza con pericia Emmanuel Rodríguez, Podemos se ha convertido
en un partido entre otros, un partido como los demás (en cualquier caso
no estaría de más que si eso es así se abandonase dicho partido ya sea
formalmente o como personalidad afín). La intriga es el modo permanente
de ser de la organización, un tacticismo continuo e hipersensible a los
cambios mínimos de coyuntura, conspiraciones palaciegas como el día a
día que ritma la organización o luchas de poder dignas de familias
napolitanas. Nada de esto es exagerado, más bien se queda corto. En
parte apunta a que se debe a la misma lógica electoral y al estatismo
que atenaza a la perspectiva de Podemos desde su fundación. En esa misma
línea, habría que escarbar más profundamente en la perspectiva de lo
que decíamos más arriba, pero sobre todo en una
crítica general a la democracia, de la que se encuentra muy alejado
alguien como Emmanuel Rodríguez. A nosotras y nosotros no nos extraña
que un Partido como Podemos se haya convertido en un partido como los
demás, llevamos sosteniendo esa perspectiva desde 2014, no es una
perspectiva accidental es sustancial a la política institucional y
burguesa. Una agrupación que se reúne para la conquista del poder
político, donde el moralismo del análisis sobre la sociedad (el problema
no es del capitalismo sino de que hay una casta muy mala que se
comporta de modo vampiresco frente a las mayorías sociales) se troca en
su contrario en el interior de la organización: donde todo está
permitido, los navajazos continuos y a traición, las rupturas de las
amistades antiguas, los odios cainíticos que se expresan públicamente
como fraternidades sinceras, como han dicho públicamente algunos de los
protagonistas de estas peripecias a veces perciben que no son creíbles
ni a sí mismos. Podemos no es sino una expresión nueva y más
descompuesta de la antropología burguesa, de su fragmentación
sustancial, de la guerra de todos contra todos, de las luchas y
conflictos entre familias, etc. Lo que une no es una comunidad en lucha
por un objetivo emancipatorio, una comunidad moral y práctica en pos de
un objetivo común, donde es fundamental la coherencia humana y práctica
con esos objetivos. La política acostumbra a lo peor de nuestra especie,
a la separación y escisión típicas de la sociedad del capital, a decir
una cosa y a hacer lo contrario. Y lo peor, en el caso de Podemos, es
que rompe a personas que sinceramente querían luchar por un mundo y una
humanidad mejor (aunque lo hiciesen desde una perspectiva muy equivocado
en lo programático desde nuestro objetivo comunista), las rompen
definitivamente para una lógica emancipatoria, porque se vuelven a casa o
porque se acostumbran a la lógica bélica y desdoblada de la política
burguesa.
Emmanuel en su libro critica con especial esmero al llamado sector errejonista por su reducción de la realidad del cambio a una política de discurso y de marketing electoral. Obviamente no nos podemos encontrar más alejados de esta visión profundamente postmoderna de la realidad social[1],
pero nos oponemos por principio a legitimar un mal menor. Además dentro
de Podemos ¿quién sería el mal menor? ¿Pablo Iglesias y su cultura y
praxis inspirada claramente en los viejos partidos comunistas de
estalinista memoria? o ¿Anticapitalistas y su subalternidad continua a
los aparatos de Podemos, vinculados a Pablo Iglesias, y, por ende, a la
institucionalidad estatal y electoral?
E) En el libro de
Emmanuel es permanente su análisis acerca de las clases medias. Ahora
bien ese análisis es muy confuso, a veces parece estar hablando desde un
enfoque sociológico pero de carácter distributivo, por el cual serían
clases medias las franjas de la sociedad que ganan entre 21.000 y 60.000
euros anuales, que tienen un determinado estatus social, capital
cultural y académico y un determinado nivel de consumo. Sin embargo, en
otras partes del libro, y en un artículo reciente[2],
da un carácter más ideológico de la clase media, diferenciándola de la
pequeña burguesía mercantil y propietaria, las clases medias serían el
efecto del Estado y la negación de la clase, y en este sentido suponen
la realización del Estado burgués ideal, sin antagonismos y fracturas
sociales que le atraviesen, la clase media viene a ser de este modo el
pueblo del Estado, despolitizado pero alimentado, vestido y protegido
por éste. Esta perspectiva histórica y subjetiva, que defiende Emmanuel
en el artículo citado, es más afín a la que podemos defender nosotros.
Ahora bien, aún no explica adecuadamente, en nuestra
opinión, cómo la clase media no es el efecto sólo del Estado sino de la
misma naturaleza mercantil y fetichista de la dinámica del capital, que
atomiza y fragmenta la sociedad, disolviendo las relaciones sociales en
efectos del movimiento del capital percibido como una cosa. En nuestro
enfoque, la clase media es la negación de la clase por parte del
capital, es una expresión de la representación del trabajo dentro del
capital que caracteriza a la socialdemocracia como partido histórico. Y
es que el trabajo, como explicaba Marx, no sólo no está en contradicción
con el capital sino que es su esencia, su permanente sustancia, quien
está en contradicción es el trabajador en cuanto ser humano vampirizado
permanentemente por parte del capital[3].
La relación de esta perspectiva con el marxismo dominante en la II y
III Internacional por parte de Emmanuel es correcta, así como la
descripción del marxismo oficial como Lassalliano (enemigo acérrimo de
la perspectiva de Marx como se puede comprobar en su Crítica al Programa de Gotha).
Ahora lo que está completamente ausente en Emmanuel es una perspectiva
comunista, que parte del movimiento real que supera las condiciones
concretas existentes, las ausencias programáticas y teóricas lastran
decisivamente las reflexiones, a veces interesantes y estimulantes que
puede realizar el autor. El comunismo como posibilidad concreta nace del
antagonismo social inscrito en la relación fundante de nuestras
sociedades, la relación entre capital y trabajo, en este sentido el
proletariado se enfrenta al capital no en cuanto representante del
trabajo sino en cuanto que su condición humana se ve enajenada,
fragmentada, violentada permanentemente por parte de la dinámica
abstracta e impersonal del capital. Esta realidad permanente e
invariante de la relación capital-trabajo es la que vuelve actual
siempre la posibilidad de que el proletariado se constituya en clase y,
por ende, en partido que lucha por afirmar su fuerza y el comunismo.
De ahí lo falso de todas las teorías
innovadoras y modernizadoras que pretenden hablar de la desaparición del
proletariado, éste sólo puede desaparecer (positivamente) en el
comunismo, a partir de su lucha consciente por la abolición de todas las
clases sociales. En el capitalismo, la relación entre capital-trabajo
no es contingente sino fundante y, por ende, amenaza siempre con
aparecer y con ello la misma posibilidad del comunismo. Éste junto a la
revolución no supone la ficción de una gran ordalía, como sostiene
Emmanuel, producto de un pensamiento ilustrado, sino que supone un
eterno-retorno mientras sigamos sometidos al reino del capital. Sus
continuos e irregulares estallidos exigen, como decíamos al inicio de
este texto, el encuentro de los comunistas como parte orgánica de la
misma clase (no como la conciencia externa de kautskyana-leniana
memoria).
F) Emmanuel reconoce la
tendencia a la descomposición de la sociedad de las clases medias y en
la parte final a partir de la referencia al libro de Corsino Vela[4],
pero debido a los límites anteriormente indicados no explica su
carácter irreversible debido al agotamiento de la sustancia del capital
(un valor hinchado de valor alimentado de trabajo abstracto). Un límite
vinculado en última instancia a la no comprensión del capital como una
relación social reproducida permanentemente por un sujeto, el
proletariado, que en este sentido puede permanentemente ponerlo en
cuestión y que de hecho lo ha cuestionado en numerosas ocasiones en
diferentes momentos insurreccionales. Esta ausencia es lo que explica el
vacío programático de la última parte de su trabajo, la parte más
propositiva y política (nos referimos al «Prólogo a un debate
estratégico»). Emmanuel critica el tacticismo de Podemos para
defender una visión estratégica, pero que se encuentra totalmente
separada de una relación con una teoría emancipatoria y con los
principios y fines del comunismo. De este modo no existe una visión
programática que es la brújula estratégica que permite unir los
principios y fines de la sociedad a la que aspiramos con las necesidades
tácticas que emergen permanentemente ante las novedades que irrumpen en
lo social[5].
Esta ausencia es decisiva porque limita el terreno de la reflexión del
autor de un modo determinante. A veces pueden emerger, por aquí o por
allá, críticas a las visiones ciudadanistas, democráticas, estatistas,
de clase media… Pero en su sustancia las ausencias programáticas y de
fines de Emmanuel Rodríguez hace que esa perspectiva en realidad sea
invariante. En última instancia, el desplazar la cuestión de la
revolución (y por ende del comunismo) al terreno de lo mitológico y lo
imposible hace que las únicas realidades con las que puede trabajar el
autor son las del capital en sus diferentes metamorfosis: el dinero
(renta básica), la democracia, el Estado, el mercado, la ciudadanía, los
partidos, los sindicatos… Tertium non datur: comunismo o no
comunismo (como dice clásicamente la izquierda comunista italiana).
Realiza de este modo una crítica de izquierdas del reformismo de
Podemos, a veces interesante en sus reflexiones, pero siempre desde una
perspectiva igualmente socialdemócrata en sus fundamentos, una
socialdemocracia que trata de reproponer paradójicamente (por las
críticas que en otros lugares realiza a Lassalle) el modelo de la
socialdemocracia alemana o al PCI italiano, un movimiento social
organizado como contrapoder social[6]
y que desde allí de un asalto a las instituciones, ya que sólo así
podrán ser definitivamente maleables (con lo que el Estado vuelve
nuevamente a convertirse en una cosa que puede ser conquistada y no
destruida, como pensaba Marx, al analizar el Estado, al igual que el
capital, como una relación social).
Como comentábamos al inicio de este
ensayo esperamos haber logrado, a partir de lo estimulante de algunos de
los temas planteados por el libro y a partir de los nudos que se han
desplegado en esta y otras regiones del globo en los últimos años,
esclarecer los porqués de la necesaria lucha por una humanidad mejor,
por el comunismo, y es que mucho más allá de lo contingente de la
realidad nacional de Podemos, lo que se encuentra en su ocaso no es sólo
la clase media, es el capital y su política, y amenaza con llevarnos
por delante. Es demasiado lo que está en juego como para enredarse en
las peleas de camarillas y familias cuyo objetivo es gestionar un barco a
la deriva, el capital.
Madrid, 7 de enero de 2017JH, Miembro del Colectivo Germinal
* * *
[1] Véase al respecto nuestra crítica a Laclau http://colectivogerminal.org/podemos-en-principio-fue-el-verbo-ii/[2] Véase La clase media es el Estado, en Viento Sur nº 149.
[3] Nos remitimos de cara a este análisis a las elaboraciones del Grupo Comunista Internacionalista (GCI) en numerosos textos, véase entre otros: El leninismo contra la revolución, Comunismo nº55, noviembre 2006, Contra el trabajo, Comunismo nº12, febrero de 1983 o ¿Proletario Yo? Contribución a una definición del proletariado, Comunismo nº 57, febrero 2008.
[4] Véase al respecto la recensión que hemos realizado a este interesante y estimulante libro http://colectivogerminal.org/703-2
[5] Sobre esta parte véase nuestra reflexión http://colectivogerminal.org/porque-fueron-subversivas-somos-el-pasado-de-nuestro-ser-i/ Estamos preparando una segunda parte de este artículo.
[6] De este modo se realiza además una fetichización de los “movimientos sociales” como hemos criticado en otro artículo http://colectivogerminal.org/2016/10/09/los-movimientos-sociales-fantasia-realidad/
Enlaces relacionados / Fuente:
http://colectivogerminal.org/2017/01/13/la-politica-en-su-ocaso/