27 julio, 2008

SE PERDIÓ LA OPORTUNIDAD DE PONER A LA IGLESIA EN SU SITIO

“La conducta de Juan Carlos I ha sido ilegítima desde el principio”
Gonzalo Puente Ojea —Diplomático del E. español— .
Decano del cuerpo de embajadores de España y autor de varios libros sobre historia y religión, Gonzalo Puente Ojea es un testigo excepcional de la vida política de este país, al haber conocido a los más importantes representantes franquistas y principales protagonistas de la Transición. Considerado un referente mundial del laicismo, este incisivo intelectual, que ayer ofreció en el Ateneo una conferencia sobre la “improbabilidad de la religión ante la ciencia”, conserva a sus 83 años una envidiable lucidez y una rebeldía inquebrantable. —
Entrevista:
¿Puede explicarse en pleno siglo XXI el surgimiento del ser humano y su evolución en el universo desde un punto de vista religioso? —Yo pienso que no y así he tratado de argumentarlo en la charla. Hasta la más refinada teología religiosa de cualquier confesión aborda este aspecto con respuestas infantiles, al basarse en unos mitos muy elementales y dirigidos a una clientela populista que no exige ningún tipo de razonamiento intelectual. Lo sorprendente es la falta de sintonía que hay hoy entre lo que se cree y lo que se hace en la vida real. — ¿Es usted ateo o agnóstico? —Si por ateo se entiende no tener creencia religiosa alguna, lo soy. Aunque yo me considero fundamentalmente irreligioso, pues para mí la distinción entre lo religioso y lo irreligioso implica un alcance más amplio que el hecho de creer o no en un Dios. — ¿Sigue siendo España católica? —Qué va. De todos modos, sólo cuando uno estudia el catolicismo a fondo se da cuenta de la gratuidad y la puerilidad en que se sustenta. En definitiva, no se trata más que una forma perversa de concebir las cosas que están heredadas por el paso de los siglos. Por eso resulta ridículo que, a estas alturas, todavía esté subvencionada por el Gobierno español. —Sin embargo, la Iglesia dice que el Ejecutivo de Zapatero le acosa... —Ésa es la forma caricaturesca de la Iglesia de presentar unas restricciones que no son tales en la práctica. ¡Pero si éste es el presidente que más dádivas le da en dinero, influencia institucional, simbolismo y exenciones fiscales! —Entonces, ¿no hay ninguna voluntad política de instaurar un estado verdaderamente laico? —En absoluto. El laicismo significa ausencia de interferencia entre el poder político y el religioso. Y eso no existe en este país. El tema de la conciencia debería ser personal y la cuestión política un asunto de ciudadanía a dilucidar en las instituciones. Nada parecido a lo que sucede en estos días. — ¿Prueba de ello sería la negativa a retirar los símbolos religiosos en los juramentos de cargos públicos? —Por supuesto. Hasta en esas pequeñas cosas se claudica. — ¿Qué opinión le merece el cuarto de siglo recientemente cumplido de la Transición política española? —La Transición fue un pacto entre la oligarquía franquista y unos líderes de partidos democráticos que se entregaron para hacerse con el poder. Un pacto oscuro, indecente y además catastrófico, que no resolvió los problemas fundamentales pendientes desde 1931. — ¿A qué se refiere? —Se perdió la oportunidad de poner a la Iglesia en su sitio, respetando la fe de los creyentes. No se separó del Estado ni se le suprimieron sus privilegios económicos. Al contrario, se aceptó el mismo estatuto que mantenía con el franquismo. Todo ello con la anuencia del PSOE, que engañó a sus bases y votantes, dando además la sanción definitiva a una monarquía que viola su propio orden constitucional. — ¿En qué sentido? —Ni el artículo 14 ni el 16 permiten que haya en España un jefe de Estado por nacimiento. Estamos viviendo en plena inconstitucionalidad y esa degradación se acompaña de un sistema oligárquico de partidos perfectamente diseñado. En este país no hay democracia y nos encontramos ante un engaño permanente. — ¿Cómo calificaría el papel del rey Juan Carlos I desde su proclamación hasta nuestros días? —En términos políticos, este señor ha tenido una conducta verdaderamente ilegítima e ilícita desde el principio. No ha respetado ni sus propios juramentos, ni la Constitución ni nada. Es un mal ejemplo de cómo se debe ser ciudadano en una democracia. — ¿Resolvería una república los actuales problemas de estructuración y vertebración del país? —Ningún sistema institucional tiene capacidades mágicas. No se puede transformar de la noche a la mañana lo que son males congénitos, ni pedir a la república que haga milagros. Ahora bien, ésta es la única manera de plantear con honestidad y sobre bases democráticas que la ciudadanía se convierta en protagonista de su destino. Eso sí, su advenimiento no debe ser la obra de unas asociaciones republicanas, sino que ha de convocarse por la totalidad de la gente sensata de este país.
Fuente: Alejandro Massia/Cádiz Información