La insurrección ─el levantamiento armado del pueblo─ ha estado
siempre rondando al corazón del anarquismo. Los primeros documentos
programáticos del movimiento anarquista, fueron redactados por Bakunin y
por un grupo de republicanos europeos de izquierda insurgente en
transición al anarquismo en la Italia del 1860. En ellos, no rompían con
el insurreccionalismo, sino que con el republicanismo de izquierda;
poco después, Bakunin tomaría parte en una insurrección en Lyon, en
1870.
La política radical europea de los cien años previos, había
estado dominada por insurrecciones diversas, desde que la exitosa
insurrección de 1789, en Francia, desencadenó el proceso que llevó al
derrocamiento global del orden feudal. El asalto a la Bastilla del 14 de
Julio de 1789 demostró el poder del pueblo en armas; este movimiento
insurrecional que cambiaría la historia de Europa, probablemente fue
llevado a cabo por tan sólo mil personas.
Insurrección y política de clases
1789 también impuso el patrón de que, siendo la clase trabajadora la
que constituía la masa insurgente, fue la burguesía la que cosechó los
beneficios ─suprimiendo a las masas en el proceso de introducir su
dominio de clase. Esta lección no pasó desapercibida para quienes vieron
la libertad como algo que involucraba la liberación económica y social
de todos, y no el derecho de una nueva clase a explotar
“democráticamente” a las masas.
En las insurrecciones republicanas que estallaron en Europa en el
siglo siguiente, y particularmente en 1848, el conflicto entre las
clases de capitalistas y pequeños capitalistas republicanos con las
masas republicanas, se agudizó más y más. Hacia 1860, este conflicto
llevó a la emergencia de un movimiento específicamente socialista que
crecientemente fue percatándose de que la libertad para todos es algo
que la burguesía republicana combatiría ─del lado del viejo orden de ser
necesario. Para Bakunin, fue la experiencia de la insurrección polaca
de 1863 la cual le aclaró definitivamente que la burguesía republicana
temía a una insurrección campesina más que al Zar. Entonces, la lucha
por la libertad tendría que realizarse bajo una nueva bandera ─una que
buscase la organización de las masas trabajadoras según sus intereses
exclusivos.
Estos anarquistas tempranos, acogieron las nuevas formas
emergentes de organización obrera, y en particular, la Asociación
Internacional de Trabajadores o Primera Internacional. Pero pese a que
vislumbraron el poder de la clase obrera organizada en sus sindicatos, a
diferencia de la mayoría de los marxistas, no entendieron esto como
señal de que el capitalismo podría ser reformado. Los anarquistas
insistían en que la insurrección sería aún necesaria para derrocar a la
vieja clase dominante.
Insurrecciones anarquistas tempranas
Los intentos insurreccionalistas anarquistas se desarrollaron junto
al crecimiento del movimiento. De hecho, incluso antes del alzamiento de
Lyon, el anarquista Chávez López ya había estado envuelto en un
movimiento insurgente indígena en México en abril de 1869, proclamando
un manifiesto que llamaba a «reemplazar con el principio de gobiernos
comunales autónomos,la soberanía del gobierno nacional, ya conocido como
el corrupto colaborador de los hacendados».
En España en los 1870s, los intentos de los obreros de formar
sindicatos enfrentaron una fuerte represión, con los anarquistas
involucrados en múltiples insurrecciones, las que en el caso de algunos
pequeños centros industriales durante las insurrecciones de 1873, fueron
localmente exitosas. En Alcoy, por ejemplo, luego de que los obreros
papeleros en huelga por una jornada de ocho horas fueran reprimidos,
“los obreros ocuparon e incendiaron las fábricas, asesinaron al alcalde,
y marcharon por las calles con las cabezas de los policías que habían
masacrado”
En España se verían muchas insurrecciones lideradas por los
anarquistas, antes de llegar a la más exitosa ─aquella que enfrentó y
casi derrotó al golpe fascista de Julio de 1936.
En Italia en 1877, Malatesta, Costa y Cafiero lideraron una banda
armada en dos poblados de la Campania. Ahí quemaron los registros de
impuestos y declararon el fin del reinado de Víctor Emmanuel ─sin
embargo, sus esperanzas de despertar la insurrección fracasaron y las
tropas no tardaron en llegar. Bakunin ya había estado involucrado en un
intento de insurrección en Boloña, en 1874.
Los límites de las insurrecciones
Muchos de estos intentos insurreccionales tempranos, llevaron a una
severa represión estatal. En España, el movimiento fue forzado a la
clandestinidad a mediados de los 1870. Esto llevó al movimiento al
período de la “Propaganda por el Hecho”, en el que algunos anarquistas
reaccionaron a esta represión con el asesinato de elementos de la clase
dominante, incluídos algunos reyes y presidentes. El Estado, a su vez,
escaló la represión, luego de algunos bombazos en Barcelona en 1892, y
alrededor de 400 personas fueron llevadas a las mazmorras de Montjuich,
donde fueron torturadas. Se les arrancaron las uñas, los hombres
colgaban de los techos y sus genitales les eran torcidos y quemados.
Muchos murieron a causa de la tortura antes de ser llevados a juicio y
cinco serían luego ejecutados.
Se puede argumentar que la falla teórica fatal durante este
período, fue la creencia de que los trabajadores en todas partes estaban
prestos a rebelarse y por tanto, todo lo que los grupos anarquistas
debían hacer era encender este reguero de pólvora con una insurrección.
Esta debilidad teórica, no sólo era exclusiva del anarquismo ─como ya
hemos visto, tal era también el enfoque del republicanismo radical, lo
que significó que a veces, como en España y en Cuba, anarquistas y
republicanos se encontraron luchando juntos en contra de las fuerzas
estatales. En otros lugares, la izquierda también jugó tal rol ─la
Rebelión de Pascuas de 1916 en Irlanda vio una alianza militar entre
sindicalistas revolucionarios y nacionalistas.
Sin embargo, la aproximación organizativa original de los
anarquistas del círculo de Bakunin no se limitaba a organizar intentos
insurreccionales, sino que además, incluía el involucramiento de los
anarquistas en las luchas de las masas obreras. Si bien algunos
anarquistas respondieron a las circunstancias generando una ideología
alrededor del “ilegalismo”, la mayoría comenzaba a orientarse hacia
estas luchas de masas y, en particular, formaban y entraban a los
sindicatos de masas, sobre bases sindicalistas revolucionarias. En los
primeros años del siglo XX, los anarquistas participaban, o
sencillamente formaron, la mayoría de los sindicatos revolucionarios que
dominaron la arena de la política radical hasta la Revolución Rusa.
Muchas veces, estos mismos sindicatos se veían ellos mismos envueltos en
insurrecciones, como en 1919 en Argentina y Chile, que incluyó en Chile
a trabajadores que “tomaron posesión de la ciudad patagónica de Puerto
Natales, bajo las banderas rojas y los principios anarco-sindicalistas”. Anteriormente, en 1911, los anarquistas mexicanos del PLM, con ayuda de muchos miembros de la IWW de los EEUU, “organizaron batallones... en Baja California y tomaron posesión de la ciudad de Mexicali y de las áreas circundantes”.
Insurrecciones y Comunistas Anárquicos
La tradición organizativa de los anarco-comunistas en el anarquismo,
puede ser rastreada hasta Bakunin y los primeros documentos
programáticos producidos por el emergente movimiento anarquista de los
1860s. Pero estas ideas organizativas no fueron desarrolladas de ninguna
manera colectiva, sino hasta la década del 1920. Aún había individuos y
grupos que defendían los principios claves del anarco-comunismo
organizado; presencia en la lucha de masas del pueblo obrero y necesidad
de una organización y propaganda anarquistas específicas.
El anarco-comunismo se perfiló claramente en 1926 cuando un grupo
de revolucionarios exiliados analizaron el por qué del fracaso de sus
esfuerzos hasta la fecha. El resultado de este proceso fue la
publicación de un documento conocido como la “Plataforma Organizativa de
los Comunistas Libertarios”, que ya hemos en otras ocasiones analizado
en detalle.
Lo relevante en este caso, es llamar la atención de que, al igual
que sus predecesores de 1860, este grupo de anarco-comunistas trataban
de aprender de la participación de los anarquistas en las insurrecciones
y revolución del período de 1917-1921. En este grupo se encontraba
Nestor Makhnó, figura clave de la masiva insurrección conducida por los
anarquistas en la Ucrania occidental. El Ejército Insurgente
Revolucionario de Ucrania luchó durante esos años contra los
austro-húngaros, contra los pogrom anti-semitas, varios ejércitos
blancos y contra el Ejército Rojo controlado por los bolcheviques.
Los “plataformistas”, como se les llamaría después, escribieron “El
principio de la esclavitud y de la explotación de las masas por la
violencia, constituye la base de la sociedad moderna. Todas las
manifestaciones de su existencia: economía, política, relaciones
sociales, descansan sobre la violencia de clase, cuyos órganos de los
que sirve son: Autoridad, la policía, el ejército, los juzgados... El
progreso de la sociedad moderna: la evolución del Capital y el
perfeccionamiento de su sistema político, fortalece el poder de la clase
dominante, y hace la lucha en contra de ellos más difícil... El
análisis de la sociedad moderna nos lleva a la conclusión que la única
vía para transformar la sociedad capitalista en una sociedad de
trabajadores libres, es la vía de la Revolución Social violenta”.
La experiencia española
El siguiente desarrollo del comunismo anárquico, una vez más, iba de
la mano de quienes habían estado al centro de una experiencia
insurreccional ─ esta vez, el grupo “Los Amigos de Durruti”, activos en
la insurrección de Barcelona de Mayo de 1937. Los “miembros y
simpatizantes (de los Amigos de Durruti) eran camaradas prominentes del
frente de batalla de Gelsa”.
Los Amigos de Durruti estaba compuesto de miembros de la CNT que
eran altamente críticos del rol jugado pro esta organización en 1936: “No
se supo valorizar la C.N.T. No se quiso llevar adelante la revolución
con todas sus consecuencias. Se temieron las escuadras extranjeras...
¿Es que se ha hecho alguna revolución sin tener que afrontar innúmeras
dificultades? ¿Es que hay alguna revolución en el mundo de tipo avanzado
que haya podido eludir la intervención extranjera?... Partiendo del
temor y dejándose influenciar por la pusilanimidad no se llega nunca a
la cima. Solamente los audaces, los decididos, los hombres de corazón,
pueden aventurarse a las grandes conquistas. Los temerosos no tienen
derecho a dirigir las multitudes... La C.N.T. debía encaramarse en lo
alto de la dirección del país, dando una solemne patada a todo lo
arcaico, a todo lo vetusto, y de esta manera hubiésemos ganado la guerra
y hubiéramos salvado la revolución... Pero se procedió de una manera
opuesta... Se inyectó un balón de oxígeno a una burguesía anémica y
atemorizada”.
A lo largo y ancho del mundo, el anarquismo había sido aplastado
en el período previo, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Los anarquistas se vieron participando en los movimientos guerrilleros
anti-fascistas de Europa durante la Guerra, pero después, fueron
reprimidos tanto por el “comunismo” oriental, así como por la
“democracia” occidental. En Uruguay, uno de los pocos lugares donde un
significativo movimiento anarquista sobrevivió, la FAU libró una lucha
armada clandestina en contra de la dictadura militar en los 70s. Los
anarco-sindicalistas cubanos, en particular los obreros tabacaleros,
jugaron un significativo rol en la Revolución Cubana, sólo para ser
reprimidos posteriormente por el nuevo régimen.
La ideología del insurreccionalismo
Hay una larga tradición en el anarquismo de construir ideologías
alrededor de una táctica. No sorprende, entonces, que a larga y honda
participación de anarquistas en insurrecciones ha dado origen a una
ideología anarquista insurreccionalista.
Una definición temprana del insurreccionalismo (en inglés) la encontramos en esta traducción de 1993: “Consideramos
como la forma de lucha más adecuada en el presente estado del conflicto
de clases, en casi todas las situaciones, a la lucha insurreccional, y
esto es particularmente cierto en el área mediterránea. Por práctica
insurreccionalista, nos referimos a la actividad revolucionaria que
intenta recuperar la iniciativa en la acción y no se limita a esperar o a
simples respuestas defensivas para atacar a las estructuras de poder.
Los insurreccionalistas, no se suscriben a las prácticas cuantitativas
de esperar, por ejemplo, a los proyectos organizativos cuyo primer
objetivo es crecer en números antes de intervenir en las luchas, y que,
durante este período de espera, se limitan al proselitismo y a la
propaganda, o a la tan estéril como inocua contrainformación”.
Como ideología, el insurreccionalismo se origina en las
peculiares condiciones de Italia y Grecia en la post-guerra. Hacia fines
de la Segunda Guerra Mundial, había una posibilidad revolucionaria real
en ambos países. En muchas áreas, los partisanos de izquierda
expulsaron a los fascistas antes de que las fuerzas aliadas llegaran.
Pero según los acuerdos de Yalta, Stalin instruyó a la izquierda
revolucionaria oficial en el Partido Comunista, que contuvieran la
lucha. Como resultado de ello, Grecia pasaría décadas bajo dictaduras
militares, mientras que en Italia, el Partido Comunista, continuaba
conteniendo las luchas. El insurreccionalismo fue una entre muchas
ideologías socialistas nuevas que nacieron debido a estas particulares
circunstancias. El desarrollo del insurreccionalismo en ambos países,
empero, está más allá del enfoque de este artículo. Lo que más nos
interesa, es el desarrollo de la ideología insurreccionalista en el
mundo angloparlante.
Insurreccionalismo en el mundo angloparlante
Un insurreccionalista ha descrito cómo las ideas llegaron desde Italia, “El
anarquismo insurreccionalista se ha desarrollado en el movimiento
anarquista de habla inglesa desde los 80s, gracias a las traducciones y
escritos de Jean Weir en sus ‘Ediciones Elephant’ y en su revista
‘Insurrection’... En Vancouver, Canadá, los camaradas que participaban
en la Cruz Negra Anarquista, así como en el Centro Social Anarquista
local, y en las revistas ‘No Picnic’ y ‘Endless Struggle’ fueron
influenciados por los proyectos de Jean y esto conllevó a la práctica
siempre en desarrollo de los anarquistas insurreccionalistas de esa
región hoy día... La revista anarquista ‘Demolition Derby’ en Montreal
también hablaba de algunas noticias anarquistas insurreccionalistas en
aquellos días”.
Que ese insurreccionalismo surgiera como una tendencia más
distinguible en el anarquismo angloparlante en este período, tampoco
debiera sorprendernos. El masivo rebrote que el anarquismo experimentó
con los movimientos de protestas a los foros globalizadores fue en parte
debido al gran grado de visibilidad de las tácticas del Bloque Negro.
Luego de las protestas al Foro de Praga en el 2000, el Estado aprendió
cómo reducir enormemente la efectividad de tales tácticas. Poco después
de las desastrozas experiencias de Génova y de un número de Blooques
controlados en los EEUU, surgieron argumentos que enfatizaban una mayor
militancia y una organización de carácter más clandestino , por una
parte, así como alejarse del espectáculo de las protestas en los foros,
por otra.
A la vez, muchos jóvenes que entraban a la política anarquista
por vez primera, frecuentemente, asumían de manera incorrecta que la
imagen militante que les había llamado la atención por vez primera en
las noticias, era producto del insurreccionalismo en particular. De
hecho, la mayor parte de las variantes de anarquismo clasista,
incluyendo los anarco-comunistas y sindicalistas revolucionarios, habían
participado en protestas al estilo del Bloque Negro en estos foros.
Como todas estas variantes consideran que la insurrección es una parte
significativa para alcanzar la sociedad anarquista, no hay nada de
sorprendente en que se hayan involucrado en un poco de lucha callejera
en las ocasiones en que tales tácticas tenían sentido. Para el foro de
Génova, cuando el Estado ya había, obviamente, aumentado los niveles
represivos a su disposición, los anarco-comunistas debatían si tales
tácticas tendrían futuro, en las columnas de revistas como ‘Red &
Black Revolution’ y otras.
Las ideas del insurreccionalismo
Es probablemente de utilidad el aclarar ciertos mitos sobre el
insurreccionalismo desde el comienzo. El insurreccionalismo no se limita
a la lucha armada, pese a que pueda incluir la lucha armada, y la
mayoría de los insurreccionalistas son bastante críticos del elitismo de
las vanguardias armadas. Ni tampoco quiere decir que están
constantemente tratando de comenzar insurrecciones; la mayoría de los
insurreccionalistas son los bastante inteligentes como para darse cuenta
de que el programa máximo no es siempre posible, aún cuando estén
siempre dispuestos a condenar a otros anarquistas por esperar.
¿Qué es entonces el insurreccionalismo? “Do or Die” n.10, publicó una introducción útil, con el título de “Anarquismo Insurreccionalista: ¡Organizándonos para Atacar!”. Usaré citas de manera sustantiva de esta artículo en la discusión que sigue.
El concepto de “ataque” está en el corazón de la ideología insurreccionalista, el cual se explica como sigue:
“El ataque es el rechazo de la mediación, de la pacificación, del
sacrificio, de la acomodación, de tranzar en la lucha. Es mediante la
acción y el aprendizaje para la acción, no mediante la propaganda, como
abriremos el camino a la insurrección, pese a que el análisis y la
discusión tengan un rol en la clarificación acerca del cómo actuar.
Esperar sólo enseña a esperar; al actuar, se aprende a actuar”.
Este ensayo se basa en varios trabajos insurreccionalistas
previamente publicados, uno de ellos “Con el Cuchillo Listo”, explica
que:
“La fuerza de una insurrección es social, no militar. La rebelión
generalizada no se mide con los encuentros armados, sino que con el
grado en que la economía se paraliza, los lugares de producción y
distribución son tomados, la circulación gratuita que consume a todo
cálculo... Ningún grupo guerrillero, sin importar cuán efectivo sea,
puede reemplazar a este movimiento grandioso de destrucción y
transformación”.
La noción insurreccionalista del ataque no se basa en una vanguardia
que logre la liberación para la clase obrera. En cambio, están claros de
que “a lo que el sistema teme, no es tanto a estos actos de sabotaje en sí, sino que a que se propaguen socialmente”.
En otras palabras, las acciones directas de pequeños grupos sólo pueden
ser exitosas si son asumidas por la clase obrera. Esta es una manera
más útil de discutir la acción directa que el debate más convencional de
la izquierda que polariza en dos extremos, “grupos de acción directa”,
que ven a sus acciones como objetivos en sí mismas, versus
organizaciones revolucionarias que rechazan pasar de la propaganda para
la acción de masas ─y que frecuentemente, condenan las acciones de los
grupos pequeños como “elitistas”.
Revueltas y lucha de clases
Los insurreccionalistas, frecuentemente, reconocen la lucha de clases
donde la izquierda reformista se niega a verla. Escribiendo sobre la
Inglaterra de comienzos de los 80, Jean Weir observaba que “las
luchas que tienen lugar en los ghettos del centro, son frecuentemente
malinterpretados como violencia vandálica. Los jóvenes que luchan contra
la exclusión y el aburrimiento son elementos de avanzada del choque de
clases. Los muros del ghetto deben caer, no reforzarse”.
La idea de que tal tipo de acciones deban propagarse por toda la
clase obrera, es también vista por los insurreccionalistas como una
importante respuesta al argumento de que el Estado puede, simplemente,
reprimir a los grupos pequeños. Se señala que “es materialmente imposible para el Estado y el Capital, controlar todo el terreno social”.
Como podría imaginarse, los deseos individuales son centrales al
insurreccionalismo, pero no como en el individualismo de la “derecha
libertaria”. Más bien, “el deseo de la auto-determinación individual
y de la auto-realización conlleva a la necesidad de un análisis de
clase y a la lucha de clases”.
La mayoría de la teoría insurreccionalista que hemos revisado
hasta ahora no presenta, hasta ahora, ningún problema real de principios
para los anarco-comunistas. A nivel teórico, los problemas surgen con
la ideología organizativa que los insurreccionalistas han elaborado en
paralelo. Gran parte de ésta, ha sido elaborada como una crítica
ideológica hacia el resto del movimiento anarquista.
El organizador
La crítica insurreccionalista del “organizador”, si bien es útil para
advertir de los peligros que surgen con tal rol, se ha expandido hasta
ser una posición ideológica que presenta tales riesgos como inevitables.
Se nos dice que “es la labor del organizador el transformar a la
multitud en una masa controlable y representar a esa masa en los medios o
las instituciones estatales” y “para el organizador... la acción real siempre debe estar en el último vagón para mantener la imagen ante los medios”.
Probablemente, la mayoría de nosotros estamos habituados a
campañas de izquierda, conducidas por algún partido en particular, en
donde exactamente esto que se ha descrito es lo que ocurre. Pero nuestra
experiencia nos demuestra que tal cosa no es inevitable. Es bastante
factible que individuos colaboren en la organización de una lucha sin
que esto ocurra. Un camarada que tiene más tiempo que el resto, toma más
tareas que deben ser llevadas a cabo ─¿no es entonces un organizador?
El problema con esta aparente condena a priori de los
“organizadores” es que no permite un análisis de qué hace que ocurra
esta clase de problemas y, por consiguiente, como puede prevenirse tal
cosa.
En el caso de los medios, no hay misterio. Cualquiera que haga
trabajo mediático para una lucha controvertida, será bombardeado con
preguntas acerca de la eventualidad de la violencia ─en términos
mediáticos, esta es una historia que “vende”. Si sufren de esto todos
los días, todas las semanas, entonces comenzarán a amoldar la lucha en
función de esta agenda de los medios.
La solución es simple. Este problema sucede porque la izquierda
tiende a tener a sus “líderes”, que hacen el trabajo clave de
organización en las protestas, también como el contacto mediático de la
protesta. Nuestra experiencia muestra que, al dividirse los dos roles,
cosa que los organizadores de un evento específico no sea la misma gente
que habla a los medios, entonces este problema se reduce bastante, si
no completamente. Los organizadores reales están aislados de los medios,
pero transmiten toda la información a quien sea nominado como vocero
ante los medios. Ese vocero ante los medios no tiene, sin embargo, voto
en cuanto a la organización de la protesta.
Los medios y la opinión popular
Esto nos lleva a la definición insurreccionalista de los medios: “Una
opinión no es algo que primero se dé en medio del público en general y
que, luego, sea reproducido en los medios, como un simple reportaje de
la opinión pública. Una opinión existe primero siempre en los medios.
Luego, los medios reproducen la opinión un millón de veces asociando la
opinión a ciertos tipos de personas (los conservadores piensan x, los
liberales piensan y). La opinión pública se produce como una serie de
simples elecciones o soluciones (‘Yo estoy a favor de la globalización y
del libre comercio’ o ‘yo estoy a favor de mayor control nacional y del
proteccionismo’). Se supone que todos debemos elegir ─como elegimos
líderes o hamburguesas─ en lugar de pensar nosotros mismos”.
Esto suena bastante bien ─y hay un grado considerable de verdad
en esto. Pero este análisis generalizador, nuevamente, previene la
discusión respecto a cómo superar estos problemas. Hasta la hora en que
tengamos nuestros propios medios alternativos ─ y aún así, muchos de los
problemas mencionados seguirán ocurriendo─ estaríamos dementes si no
usáramos aquellas secciones de los medios mediante los cuales podemos
llegar a millones de personas a las cuales la falta de recursos nos
impide llegar.
Y si bien los medios gustan de simplificar las historias
reduciéndolas a elecciones binarias, esto no significa que todos los que
reciben la información a través de estos medios aceptan esta división.
Mucha, si es que no toda la gente, tiene cierta comprensión de que los
medios no son perfectos y por tanto tienden a no aceptar estas
divisiones binarias.
¿Esperando la revolución?
Se nos dice que la izquierda, en general, y el resto del movimiento anarquista, en particular, esperan.
“Una critica de separación y representación que justifica la
espera y acepta el rol crítico. Con el pretexto de no separarse del
‘movimiento social’, se termina denunciando cualquier práctica de ataque
como ‘arranque de tarros’ o como mera ‘propaganda armada’. Una vez más,
los revolucionarios son llamados a ‘desenmascarar’ las reales
condiciones de los explotados, esta vez por su propia inacción. No hay,
por tanto, rebelión posible sino en un movimiento social visible.
Entonces, todo quien actúe debe, necesariamente, querer suplantar al
proletariado. El único patrimonio a defender pasa a ser la ‘crítica
radical’, la ‘lucidez revolucionaria’. La vida es miserable, entonces,
no se puede más que teorizar la miseria”.
Aquí encontramos la principal debilidad del insurreccionalismo
─su falta de discusión seria de otras tendencias anarquistas. Se nos
quiere hacer creer que otros revolucionarios, incluyendo todos los otros
anarquistas, favorecen el esperar mientras se predica sobre los males
del capitalismo, en vez de tomar la acción. Hay algunos pocos grupos
para quienes esto pueda ser cierto, pero la cierto es que, incluyendo al
movimiento revolucionario no anarquista, la mayoría de las
organizaciones se involucran en formas de acción directa cuando creen
que éstas tienen sentido táctico. En realidad, este es un juicio que
también hacen los insurreccionalistas ─como todos los demás, reconocen
la necesidad de esperar hasta el momento preciso. Ellos reconocen que
mañana no será hora de tomar por asalto la Casa Blanca.
Crítica de la organización
Otro aspecto en el que afloran las fallas de la ideología
insurreccionalista es cuando se trata de la cuestión de la organización.
El insurreccionalismo se declara a sí mismo en contra de la
“organización formal” y a favor de la “organización informal”.
Frecuentemente esto no queda muy claro, ya que por organización “formal”
se refieren como una chapa, simplemente, para todo lo que pueda salir
mal en una organización.
Los insurreccionalistas intentan definir la organización formal como “organizaciones
permanentes que sintetizan todas las luchas en una única organización, y
organizaciones que median las luchas con la instituciones de
dominación. Las organizaciones permanentes tienden a transformarse en
instituciones que se erigen encima de la multitud en lucha. Tienden a
desarrollar una jerarquía formal o informal y a quitar el poder a la
multitud... La constitución jerárquica de las relaciones de poder
remueve las decisiones del momento en que es necesario tomarlas y las
ubica dentro de la organización... las organizaciones permanentes
tienden a tomar decisiones sin basarse en las necesidades de algún
objetivo o acción específico, sino que en las necesidades de la
organización, especialmente, de su preservación. La organización se
convierte en un fin en sí mismo”.
Si bien esta puede ser una buena crítica del leninismo o de las
formas social-demócratas de organización, no describe, en realidad, las
formas anarquistas de organización existentes ─en particular, la
organización anarco-comunista. Los anarco-comunistas, por ejemplo, no
pretenden “sintetizar todas las luchas en una organización única”. Mas
bien, creemos que la organización específicamente anarquista deben
involucrarse en las luchas de la clase obrera, y estas luchas deben ser
dirigidas por la misma clase ─no dirigidas por una organización
cualquiera, sea anarquista o no.
Soluciones para el problema de la organización
Lejos de desarrollar las jerarquías, nuestra constitución no sólo
prohíbe la jerarquía formal, sino que además contiene previsiones
diseñadas para prevenir la emergencia de jerarquías informales. Por
ejemplo, un considerable poder informal puede recaer sobre quien sea el
único que pueda desarrollar algún tipo de tarea particular y que esté en
esa posición durante varios años. Por esto, la constitución del WSM
dice que ningún miembro puede permanecer en un cargo particular por más
de tres años. Pasado ese tiempo, deben abandonar el cargo.
Esta clase de mecanismos formales para prevenir el desarrollo de
jerarquías informales, son comunes en las organizaciones
anarco-comunistas. De hecho, es un ejemplo de que la organización formal
es una mayor protección en contra de la jerarquía, ya que nuestro
método de organización formal también nos permite acordar reglas para
prevenir el desarrollo de las jerarquías informales. El
insurreccionalismo carece de una crítica seria de las jerarquías
informales pero, como cualquiera activo en el movimiento anarquista en
el mundo angloparlante lo sabe, la falta de organizaciones formales de
alguna envergadura significa que los problemas de jerarquía en el
movimiento son más que nada, problemas de jerarquía informal.
Si dejamos de lado todo aquello que es una desviación en la
organización, entonces, el concepto insurreccionalista de organización
“formal” se reduce a una organización que permanece entre y a lo largo
de las luchas. Pero incluso en estas circunstancias su distinción se
obscurece, pues los insurreccionalistas también preven que, a veces, las
organizaciones informales puedan involucrarse en más de una lucha, o
pasar de una lucha a la siguiente.
Desde una perspectiva anarco-comunista, el mayor fuerte de una
organización, es que ayuda a crear comunicación, objetivos comunes y
unidad entre y a lo largo de las luchas. No en el sentido formal de que
todas las luchas sean forzadas en un programa y bajo un único mando.
Sino que en el sentido informal de que la organización anarco-comunista
actúe como un canal de comunicación, movimiento y debate entre las
luchas que permite una mejor comunicación y aumenta, así, las
posibilidades de la victoria.
La alternativa insurreccionalista ─la organización informal
El método de organización favorecido por los insurreccionalistas se
orienta según el principio de que “el mínimo de organización necesario
para alcanzar nuestros objetivos es siempre lo mejor para maximizar
nuestros esfuerzos”. Lo que esto significa es pequeños grupos de
compañeros que se conocen bien y que tienen bastante tiempo disponible
entre ellos para discutir diversas cuestiones o la acción ─es decir,
grupos de afinidad.
Se nos dice que “tener una afinidad con un camarada significa
conocerle, haber profundizado el conocimiento sobre él. En la medida en
que ese conocimiento crezca, la afinidad se acrecienta al punto de
hacer la acción conjunta posible”.
Por supuesto, los insurreccionalistas saben que los grupos
pequeños son frecuentemente demasiado pequeños como para alcanzar un
objetivo propio, y por ello plantean que estos grupos pueden federarse
temporalmente para alcanzar un fin específico.
Ha habido intentos de extender esto a un plano internacional.
“La Internacional Insurreccionalista Anti-Autoritaria tiene
por fin ser una organización informal... que se basa, por tanto, en la
profundización progresiva del conocimiento recíproco de todos sus
adherentes... para este fin, todos los adherentes deben enviar
documentación que consideren necesaria para hacer su actividad
conocida... al grupo promotor”.
Los núcleos autónomos de base.
Es obvio que una revolución libertaria exitosa requiere de una masa
de gente organizada. Los insurreccionalistas admiten esto, y han
intentado construir modelos de organización de masas que se ajusten a
sus principios ideológicos. Los núcleos autónomos de base, como se les
llama, se basan originalmente en el Movimiento Autónomo de Obreros
Ferroviarios de Turín y las ligas autogestionadas en contra de la base
de misiles de Comiso.
Alfredo Bonnano en “La Tensión Anarquista”, describió la experiencia de Comiso de la siguiente manera: “un
modelo teórico de esta naturaleza fue usado a fin de prevenir la
construcción de la base de misiles norteamericana de Comiso a comienzos
de los 80s. Los anarquistas que intervinieron durante dos años, formaron
‘ligas autogestionadas’”.
Él las describe así, “Estos grupos no debieran estar
compuestos exclusivamente de anarquistas. Todos quienes pretendan luchas
para alcanzar los objetivos dados, incluso objetivos circunscritos,
pueden participar siempre y cuando tomen en cuenta algunas condiciones
esenciales. Primero que nada, el ‘conflicto permanente’, esto es, grupos
que se caractericen en atacar la realidad en que se encuentran, sin
esperar órdenes externas. Luego, la característica de ser ‘autónomos’,
esto es, que no dependan ni tengan relaciones de ninguna clase con los
partidos políticos o las organizaciones sindicales. Finalmente, que
enfrenten a los problemas uno por uno, y que no propongan plataformas
con demandas genéricas que inevitablemente terminarían transformándose
en administradores, como un mini-partido o como una diminuta alternativa
a los sindicatos”.
Por más que tengan el título de autogestionadas, estas ligas, de
hecho, se parecen mucho a los referentes usados para vincular y
controlar las luchas sociales de diversas organizaciones leninistas.
¿Por qué? Pues porque la definición entregada es de una organización
que, a la vez que busca organizar a las masas, lo hace según los
lineamientos definidos por los grupos informales de anarquistas. De ser
verdaderamente autogestionada, ciertamente, sería la misma Liga la que
definiría su método de operación y qué cuestiones serían en torno a las
cuales lucharía. Pero desde los inicios, la Liga excluye no sólo a todas
las otras organizaciones que pudieran hacer la competencia, sino que
incluso, las relaciones con partidos politicos u organizaciones
sindicales. Insistimos, cualquier lucha realmente autogestionada,
decidirá ella misma con quien mantener relaciones y no seguirá,
sencillamente, los dictados de una minoría ideológica organizada.
Otro insurreccionalista, O.V., define a las ligas como “el elemento que vincula a la organización específica informal anarquista a las luchas sociales”, y dice de ellas, “los
ataques son organizados por los núcleos, en colaboración con las
estructuras específicas anarquistas que proveen del apoyo práctico y
teórico, desarrollando la búsqueda de los medios requeridos para la
acción, señalando las estructuras y los individuos responsables de la
represión, y ofreciendo un mínimo de defensa en contra de los intentos
de recuperación política o ideológica del poder o en contra de la
represión pura y simple”.
En todo caso, esto termina siendo peor ─las estructuras
anarquistas específicas reciben el rol de determinar ellas mismas
cualquier decisión significativa para la Liga. Esto convierte en un
sinsentido cualquier declaración sobre autogestión y transforma a tal
liga en una criatura manipulada por cuadros autoproclamados de
auténticos revolucionarios, supuestamente, capaces de tratar con
aquellas cuestiones que los otros miembros no pueden. Esto parece
contradecir tanto lo que los insurreccionalistas predican, que es
necesario que nos detengamos a considerar por qué terminan en semejante
posición.
La cuestión del acuerdo
La razón subyace en el hecho de que la acción común precisa,
obviamente, de un cierto nivel de acuerdo en común. La aproximación
insurreccionalista a esto, es muy difícil de comprender, y es la razón
por la cual tan curiosas contradicciones emergieron en las ligas
autogestionadas defendidas por ellos. El problema es que para alcanzar
acuerdo, se requiere de tomar decisiones, y en el proceso de tomar
decisiones, se abre la posibilidad de que una decisión mayoritaria
contravenga lo que piensan los cuadros informales.
El artículo de ”Do or Die” intenta definir este evidente problema de la siguiente manera: “la
autonomía permite que se tomen decisiones cuando sea necesario, en vez
de predeterminarlas o retrasarlas con las decisiones de un comité o de
una asamblea. Esto no significa , sin embargo, que no debiéramos pensar
estratégicamente acerca del futuro ni tener acuerdos o planes. Al
contrario, los planes y acuerdos son útiles e importantes. Lo que
enfatizamos, es la flexibilidad que permita a la gente el desembarazarse
de los planes, cuando éstos se vuelvan inútiles. Los planes debieran
ser adaptables a los eventos en la medida en que se desencadenan”.
Esto nos plantea más interrogantes que lo que intentaba responder
─¿cómo es posible planificar sin predeterminar algo?, si un grupo de
gente piensa estratégicamente acerca del futuro ¿no ese grupo, entonces,
un comité o una asamblea, aunque no utilice tal nombre? ¿hay realmente
quien se empecine con planes que no sean adaptables en la medida en que
los eventos se desencadenen?
Desde una perspectiva anarco-comunista, el punto del pensamiento
estratégico acerca del futuro, es utilizar ese pensamiento para la
planificación a futuro. Los planes requieren de la toma de decisiones
por adelantado ─predeterminadamente, por lo menos hasta cierto punto. Y
los planes deben ser acordados y elaborados formalmente, lo que,
ciertamente, implica asambleas y, posiblemente, reuniones de algún
comité. ¿Para qué negar todo esto?
Negociación
Al igual que los más ideologizados anarco-sindicalistas, los
insurreccionalistas toman una posición ideológica en contra de las
negociaciones. “Los compromisos sólo hacen al Estado y al Capital más fuertes”,
nos dicen. Pero esta consigna sólo funciona cuando se es un grupo
reducido sin ninguna influencia sobre las luchas. A menos que sea en un
contexto revolucionario, resulta inusual ganar de lleno una lucha; por
tanto, si queremos que a nuestras ideas se les ponga atención, una y
otra vez, nos veremos enfrentados, ora a una victoria limitada, y
consecuentemente, negociada, o arriesgamos la derrota en las puertas de
la victoria, por plantear la lucha más allá de lo que sabemos puede
obtenerse. Ciertamente, nuestro objetivo ha de ser ganar todo cuanto nos
sea posible, ¿o ha de ser sucumbir en gloriosas derrotas?
Aparentemente para ellos, la cuestión no sería ganar. Un insurreccionalista, entusiasta, describe cómo “los
obreros que, durante una huelga ilegal, llevaban un cartel que decía,
‘No pedimos nada’, comprendían que la derrota está implícita en su
reclamo”.
Esto sólo tiene sentido si los obreros en cuestión ya son
revolucionarios. Si esta es una lucha social , digamos, por reducción en
las rentas o por un aumento de salarios, tal cartel es un insulto a las
necesidades de los que están luchando.
A menos que sea durante la revolución, la cuestión no es si
negociar o no negociar, sino mas bien, quién negocia, con qué mandato y
sujeto a qué procedimientos. La realidad es que, de evadirse estas
cuestiones, el vacío resultante será llenado por los autoritarios,
quienes estarán felices de negociar en sus términos, de manera de
minimizar su responsabilidad ante las bases.
Represión y debate
Sin entrar en los detalles de cada controversia, un problema grave en
todos los países en donde los insurreccionalistas llevan sus palabras a
los hechos, es que frecuentemente esto significa ataques que logran
poco o nada, excepto proveer de una excusa para la represión estatal y
aislar al conjunto de los anarquistas, no sólo a aquellos responsables,
del movimiento social más amplio.
Los insurreccionalistas plantean estar abiertos a debatir
tácticas, pero la realidad de la represión estatal significa que, en la
práctica, cualquier crítica de esas acciones sea presentada como
alinearse con el Estado. Casi hace 30 años, Bonnano intentó definir a
todos los que piensan que tales acciones son prematuras o
contra-productivas como partidarios del Estado, cuando escribió en el
“Placer Armado” que,
“Cuando decimos que el tiempo no ha llegado para atacar con
las armas al Estado, estamos abriendo las puertas del manicomio para
aquellos camaradas que realizan tales acciones; cuando decimos que no ha
llegado la hora de la revolución, estamos ajustando la camisa de
fuerza, cuando decimos que, objetivamente, tales acciones son una
provocación, ponemos su traje blanco a los torturadores”.
La realidad es que, muchas de las acciones adjudicadas por los
insurreccionalistas, no están más allá de las críticas ─y si a los
trabajadores no se les permite criticar tales acciones, ¿no quedan
entonces reducidos al rol de meros observadores pasivos en una lucha
entre el Estado y la minoría revolucionaria? Si, como nos dice Bonnano
implícitamente, no se pudiera criticar aún las más descabelladas de las
acciones, entonces, no hay ninguna clase de discusión táctica.
Hacia una teoría anarco-comunista
Los anarquistas comunistas han adoptado una aproximación diferente
para probar la cordura de alguna accion militante. Esta significa que,
cuando se dice actuar a favor de algún grupo en particular, entonces hay
primero que demostrar que este grupo está de acuerdo con la clase de
tácticas que se proponen utilizar. Esta cuestión es mucho más importante
para la práctica anarquista que la cuestión de si lo que algún grupo
anarquista decide es una táctica apropiada o no.
Como hemos visto, los anarco-comunistas no tienen objeciones de
principio hacia las insurrecciones, ya que nuestro movimiento se ha
forjado en una tradición de insurrecciones y se ha inspirado en muchos
de los protagonistas de tales insurrecciones. En el presente,
continuamos desafiando las limitaciones que el Estado busca imponer a la
protesta cuando esto conlleva llevar las luchas hacia adelante. Pero
insistimos, este no es un juicio que nos corresponde a nosotros tomar
solos ─en casos en que planteamos solidarizar con algún grupo (ej,
trabajadores en huelga), debe ser entonces ese grupo el que dicte los
limites de las tácticas que se puedan usar en sus luchas.
El insurreccionalismo ofrece una crítica útil de bastante de lo
que ha sido una práctica común en la izquierda. Pero, falazamente,
intenta extender tal crítica a todas las formas de organización
anarquista. Y en ciertos casos, las soluciones propuestas para superar
problemas reales de la organización resultan peores que los problemas
que se proponían resolver. Los anarco-comunistas, ciertamente, pueden
encontrar los textos insurreccionalistas instructivos, pero la solución a
los problemas de la organización revolucionaria no serán encontrados en
ellos.
[1] John M Hart’s «Anarchism and the Mexican Working Class».
[2] James Joll, The Anarchists, 229.
[3] Agradezco a Pepe por la información en los eventos de Argentina y Chile.
[4] Revisar los números 8 y 10 de Hombre y Sociedad (N. del E.).
[7] Hacia una Nueva Revolución.
[10]
La cual contiene, sin embargo, un error básico, el de describir,
curiosamente a la Federación Anarquista Italiana sintetista como “una
organización plataformista”, lo que sugiere que los autores hicieron
nulo o muy poco esfuerzo por comprender lo que el plataformismo es antes
de rechazarlo.
[13] Do or Die 10 , «Insurrectionary Anarchism and the Organization of Attack».
[15] Do or Die 10 , «Insurrectionary Anarchism and the Organization of Attack».
[16] Do or Die 10 , «Insurrectionary Anarchism and the Organization of Attack».
Fuente: Bibliotecas Anarquista.s