21 septiembre, 2014
ESCOCIA: SEMEJANZAS Y DESEMEJANZAS CON CATALUNYA Y ESPAÑA
Escocia: semejanzas y desemejanzas con Catalunya y España
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
PompeuFabra
Stephen Castle, corresponsal del New York Times en Escocia, ha
escrito un artículo, “TheChasmTiltingScotsToward Independence” (17/08/
14), sobre la evolución del comportamiento electoral de Escocia, que da
una visión sobre la situación política en aquel país muy distinta de la que
aparece en los mayores medios de información en Catalunya y en España.
Según Castle, la creciente marea proindependencia en Escocia no tiene
tanto que ver con un aumento del nacionalismo escocés como con una
derechización de la cultura política inglesa, que ha ido creando un rechazo
cada día mayor por parte de la población escocesa que, en general —
según Castle—, se sitúa más a la izquierda que la de Inglaterra.
Los datos que Castle aporta a favor de sus tesis son muy
interesantes. Subraya que, en Escocia en los años cincuenta, el Partido
Conservador conseguía casi la mitad de los parlamentarios que salían
elegidos en Escocia para representarla en el Parlamento Británico. Hoy,
sin embargo, el Partido Conservador tiene solo un miembro escocés del
Parlamento Británico. Se dice, en Escocia, bromeando, que es más fácil
encontrar un oso panda gigante en el país que un miembro del Partido
Conservador Escocés en el Parlamento Británico. En el zoo de Escocia hay
dos osos pandas gigantes. En el Parlamento Británico solo hay un escocés.
La derechización del Partido Conservador, acentuada con la
victoria de la Sra. Thatcher, fue el fin de la presencia del Partido
Conservador en Escocia. Desde 1979 a 1992, dos años después de que
dimitiera la Sra. Thatcher, el Partido Laborista fue el beneficiario de este
rechazo del Partido Conservador. Pero, el gobierno Blair, con su
adaptación a las políticas neoliberales iniciadas por la Sra. Thatcher, fue
perdiendo apoyo, frente a un Partido Nacionalista Escocés que se fue
situando más a la izquierda que el gobierno laborista Blair. En realidad, la
derechización de los grandes partidos —el conservador y el laborista
(denunciados por un dirigente del Partido Nacionalista Escocés por su
“masiva complacencia” con la situación económica y social escocesa)— ha
sido ampliamente rechazada en Escocia, creando una polarización de las
culturas políticas dominantes a los dos lados de la frontera. En el sur, se
sitúa la inglesa —conservadora y neoliberal- y, en el norte, la escocesa —
socialdemócrata. Hoy, bajo el gobierno nacionalista escocés los servicios
públicos escoceses son más completos y generosos que los ingleses: por
ejemplo, los servicios domiciliarios públicos son más amplios, tienen una
cobertura mayor y requieren pago menor por los usuarios que en
Inglaterra. Lo mismo en cuanto a las prescripciones de farmacia,
matrículas universitarias y precio del transporte para los pensionistas. El
Partido Nacionalista Escocés (PNE) ha propuesto también eliminar las
armas nucleares, elevar el salario mínimo, corrigiéndolo por la inflación, y
una gran expansión de las escuelas de infancia para toda la población y
todo el territorio.
El PNE es un partido de claro corte socialdemócrata, al que la
corriente blairisista del Partido Laborista se refiere con desdén como
“socialdemócratas tradicionales” (la manera amable de llamarles
anticuados). Pues bien, el Partido Nacionalista Escocés está ganando
elección tras elección y el “modernizado” Partido Laborista está todavía
intentando recuperarse. El gran mérito del PNE ha sido entender que
el objetivo del nacionalismo escocés es, no solo mantener la identidad
escocesa, sino aumentar también el bienestar y calidad de vida de las
clases populares, objetivo difícil, cuando no imposible, de alcanzar a
través de políticas conservadoras y neoliberales (como, por cierto, está
ocurriendo en Catalunya). Hoy, por cierto, el PNE, es el único partido
que habla sin ningún rubor de la clase trabajadora como el eje de la
movilización popular, presentando al establishment británico como
insensible tanto con la identidad escocesa como con las necesidades de
las clases populares. En realidad, el PNE acentúa en su discurso más lo
segundo que lo primero.
En unos días veremos las elecciones. Según el articulista del New
York Times, es probable que los secesionistas pierdan, en parte debido al
factor miedo e inseguridad, generados por las muchas incertidumbres de
la independencia escocesa, que los partidos conservadores y laboristas
han presentado durante la campaña electoral como un desastre, a través
de insinuaciones y con su constante promoción. Pero, como indicaba
un votante laborista (que lo había sido toda la vida, pero que votará por
la secesión), el proceso de rechazo al Estado Inglés continuará (pues el
establishment británico no cambiará) y tarde o temprano la secesión
ocurrirá.
Las semejanzas y desemejanzas con Catalunya y España
Ni que decir tiene que cada país es diferente y las
desemejanzas entre Escocia y Catalunya son enormes. Su historia y cultura
son muy distintas. Ahora bien, también hay semejanzas. Y una de ellas es
el enorme rechazo hacia el estado central, el estado español, que no solo
corresponde a motivaciones identitarias (que existen y no hay que
minusvalorar) sino también (y de una manera creciente) a la orientación
conservadora y neoliberal del estado español, percibido como un
instrumento de los intereses financieros y económicos del gran capital
tanto europeo como español (incluido el catalán). En realidad, al 20% de
independentistas que existen en Cataluña se ha sumado otro 20%,
catalanes que se sienten españoles pero que no creen que el estado
español vaya a evolucionar hacia otro que conjugue una sensibilidad
plurinacional con un cambio profundo de compromiso con un estado
auténticamente democrático, solidario y con justicia social. Es
sorprendente que esta realidad continúe sin entenderse por los
establishments a los dos lados del Ebro.
Las desemejanzas, sin embargo, también existen. Y una de ellas es
que no es cierto que la población catalana esté más a la izquierda que
la española, como se escribe con frecuencia en medios de información
catalanes. En realidad, las izquierdas han gobernado muchos más años en
España que en Catalunya: solo 7 años de los 36 años de democracia. En
España, 21 de los 36. Catalunya ha estado gobernada mayoritariamente
por las derechas. Y ello se debe a que las derechas catalanas han
tenido la hegemonía sobre el tema nacional, una situación que fue
facilitada por la desaparición del PSUC. Este partido de izquierdas en
Catalunya tenía un enorme caudal de credibilidad democrática, de
compromiso con Catalunya como nación (siempre defendió el derecho de
autodeterminación, a fin de garantizar que la unidad de España estuviera
basada en un deseo popular y no en una imposición, respetando la
identidad catalana) y de una heroica lucha a favor del bienestar de las
clases populares de Catalunya (y de España).
En Catalunya, fueron siempre las izquierdas las que defendieron la
identidad catalana, combinando exitosamente esta lucha con la lucha por
la democracia y la justicia social. Es triste y casi patético ver la alegría que
ha dado a la derecha y a algunas voces de izquierda el “descubrimiento”
de que Pujol, su clan y grupos centrales en su partido estaban utilizando
la bandera catalana para fines personales y de clase. La derecha española
y muchas izquierdas españolas deberían estudiar más la historia de
Catalunya, la cual parecen desconocer de una manera preocupante. Las
que siempre defendieron la identidad y el derecho de autodeterminación
(que puede o no ser favorable a la secesión, dependiendo de como
reaccione el estado español) fueron las izquierdas, no las derechas, en
Catalunya. El comportamiento cómplice y clientelar de las derechas
catalanas –muy semejantes a las derechas italianas- siempre fue conocido
y denunciado por el PSUC.
Fue un enorme error que desapareciera el PSUC en Catalunya y
hoy pagamos las consecuencias, pues las derechas llenaron aquel vacío.
El PSUC nunca fue antiEspaña, luchando por otra España plurinacional,
justa y democrática. Hoy el adversario no es España, con cuyos pueblos y
naciones la mayoría de catalanes se consideran hermanados. El adversario
es el Estado español, que no está dando respuesta a las necesidades de la
población catalana ni tampoco, por cierto, a las de las clases populares de
las distintas naciones y pueblos de España. De ahí que haya que establecer
una alianza para cambiar el Estado, que incluye también la Generalitat
de Catalunya. El gran mérito de Podemos es que refleja una comprensión
de esta situación, habiéndose convertido en una fuerza política, tanto
en Catalunya como en España, que está expresando el enorme rechazo
por parte de las clases populares a los dos lados del Ebro hacia las
instituciones autodefinidas como representativas, que dichas clases
consideran que no les representan.
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Vicent Navarro