Los socialistas que escriben sobre Blas Infante, Andalucía y/ o Autonomía, siempre son superficiales y siempre acaban citando a Hobsbawm y a Manuel Gonzalez de Molina (no Eduardo, su hermano, - menos mal). He aquí otro fichaje de fundación.
AUTONOMÍA Y FEDERALISMO EN BLAS INFANTE (PDF)
1. Algunas cuestiones generales de contexto que no
habría que olvidar............................................................................................9
2. El punto de partida: la apuesta por el regionalismo en el
debate sobre la articulación territorial del Estado
español en los años de tránsito del siglo XIX al XX......................13
3. Blas Infante Pérez: regionalismo, (con)federalismo y
autonomía...........................................................................................................19
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1. Algunas cuestiones generales de
contexto que no habría que olvidar
Aun cuando sea de una manera telegráfica quizás sería bueno comenzar recordando
algunas cuestiones que por obvias y conocidas no dejan de ser
relevantes en los tiempos que corren hoy día. La primera de ellas es que no
debemos olvidar que la nación y el nacionalismo son fenómenos históricos,
que se construyen y evolucionan en sus formulaciones en contextos históricos determinados,
y que, en consecuencia, se explican e interpretan en términos igualmente
históricos. En segundo lugar, recordar igualmente que la cuestión de la articulación
territorial del Estado constituye uno de los grandes problemas —no resueltos aún de
manera definitiva— de la historia contemporánea española. A lo largo y ancho de
las dos últimas centurias las tensiones en torno a esta cuestión han estado presentes,
con mayor o menos intensidad, en el debate y en la pugna política, con actores,
formulaciones y propuestas diversas. En tercer lugar, apuntar también que en España
los momentos de mayor emergencia del debate territorial han coincidido, y no porque
sí, con coyunturas de apertura política y de incremento de la movilización social.
Como se ha repetido en numerosas ocasiones, el debate territorial y la cuestión de la
descentralización política han estado vinculados en muy buena medida en la historia
contemporánea de España a la historia de las demandas de democratización. Por
último, y en cuarto lugar, señalar que la historia de la cuestión territorial, y el debate
político suscitado en torno a la misma, no puede reducirse —como se hace en muy
buena medida hoy— a una cuestión no resuelta de encaje de una parte del territorio
—de Cataluña— en el Estado español. Con independencia de la importancia de
esta cuestión —como del encaje de otras nacionalidades históricas de las que habla la
Foro Permanente sobre el 10 Estado Autonómico
Constitución de 1978—, el debate ha tenido más caras, más actores y las propuestas
han tenido formulaciones y alcances muy diversos, no circunscribiéndose necesariamente
a la cuestión catalana o vasca, por citar dos ejemplos señeros que nos vienen
inmediatamente a la mente hoy día.
Decía más arriba que la cuestión territorial y el nacionalismo son problemas y fenómenos
históricos que se formularon, se siguen formulando, y se explican en términos
históricos. No ha existido una única manera de entender y formular la cuestión territorial
y la identidad nacional. Al menos ha habido dos grandes corrientes a la hora de
concebir la nación, que surgieron y respondieron a contextos históricos determinados
y diferentes, y de las que se derivaron implicaciones políticas distintas. De una parte,
la concepción liberal de la nación, acuñada en la primera oleada de formación de los
Estados-Nación europeos; de otra la concepción etnicista de la nación, propia de las
teorías del nacionalismo desarrolladas a finales del siglo XIX1. Como es sabido, la primera
—la concepción liberal de nación—, fundamentaba la definición de la nación en
criterios de naturaleza política y económica, y concretaba el principio de pertenencia
a la comunidad nacional a una condición de ciudadano que se definía igualmente
como sujeto portador de derechos políticos y económicos. Frente a ella la segunda —la
concepción etnicista de nación— fundamentada en criterios de lengua, cultura, raza,
creencias religiosas, etc.
Por razones de índole política y económica que no voy a detallar aquí, a finales del
siglo XIX la segunda de las opciones —la concepción etnicista de la nación— se impone,
y los términos de nación y de nacionalismo adquieren nuevos significados, nuevos
sentidos. La primacía de la concepción étnica terminó gestando un discurso de la
nación de corte esencialista/idealista, que concebía a ésta como un ente dotado de un
alma, de un espíritu o de un genio particular que se expresaba a través de una lengua,
de un arte, de un derecho, de una costumbre… en definitiva, que se expresaba a través
de las manifestaciones de una cultura propia. De la primacía del individuo —propia
de la concepción liberal— se pasaba a la hegemonía de la cultura; ahora los derechos
de ciudadanía no se concebían solo para los vivos, sino también para los que habían
vivido y los que debían nacer, quedando fijada su representación en manos del Estado.
El demos, la comunidad, no se identifica ya con el pueblo sino con la nación, que pasaba
a ser concebida ahora como sujeto preferente de unos derechos que se entendían
siempre como derechos colectivos.
1
COMPLETO AQUI:
http://www.centrodeestudiosandaluces.es/datos/factoriaideas/IFO19_13.pdf
Fuente: FPA CEA Junta deAndalucía