05 abril, 2006

EL VALOR DE LA REALIDAD DE 530 CURAS VASCOS Y EL ECLIPSE DE NUESTROS CURAS OBREROS POR EL CAPILLEO DE OBISPOS PANZISTAS,

Euskal Herria, Abril de 2003
A su Santidad, el Papa Juan Pablo II

Ciudad del Vaticano

Santo Padre :

Su próxima visita al Estado
español nos mueve a dirigirle esta carta firmada por
sacerdotes de la Iglesia en Euskal Herria --de la
que forman parte las diócesis de Baiona, Bilbao,
Pamplona /Tudela, San Sebastián y Vitoria-- donde
colaboramos desde nuestro ministerio pastoral para
hacer presente el reino de Dios de justicia, de amor
y de paz en medio de los conflictos que como Pueblo
vivimos.

Atendiendo su deseo de escuchar
y relacionarse con los Pueblos donde vive la
Iglesia que Ud. preside en la caridad, deseamos
presentarle nuestras inquietudes vividas como
sacerdotes en Euskal Herria. Más aun teniendo
en cuenta que desde diferentes instancias
políticas y también eclesiásticas le llegarán
informes e interpretaciones, en ocasiones
sesgados, sobre la realidad de nuestra situación que
contribuyen a crear confusión moral. Como
representante principal de una Iglesia que quiere
estar cerca de los pobres y de cuantos sufren,
confiamos en su comprensión pastoral.

Nuestro Pueblo siente y sabe que la raíz más
profunda de sus problemas políticos y de las graves
y dolorosas expresiones violentas está en un
conflicto producido por la falta de reconocimiento de
nuestros derechos colectivos. Como Ud. mismo
afirmó con motivo de la Jornada Mundial de la
paz en 1999, "….. una de las formas más
dramáticas de discriminación consiste en negar a
grupos étnicos y minorías nacionales el derecho
fundamental a existir como tales. Esto ocurre
cuando se intenta su supresión o deportación, o
también cuando se pretende debilitar su identidad
étnica hasta hacerlos irreconocibles. ¿Se puede
permanecer en silencio ante crímenes tan graves
contra la humanidad? Ningún esfuerzo ha de ser
considerado excesivo cuando se trata de poner
término a semejantes aberraciones, indignas de la
persona humana".

Creemos sin embargo que esta situación
puede resolverse humana y evangélicamente --como
nuestros Obispos lo han pedido en numerosas
ocasiones-- por caminos de diálogo y
negociación, de respeto y de expresión libre de
todas las opciones sin ningún tipo de amenazas
y, sobre todo, por el ejercicio de la decisión
libre de este Pueblo sin imposiciones ni recortes
antidemocráticos. Como advirtió su predecesor
Pablo VI, dirigiéndose a los Cardenales en la
Navidad de 1974, “... hasta que los derechos de
todos los Pueblos, entre los que se encuentran el
de autoderminación y el de independencia, no
sean debidamente reconocidos y hon-rados, no
podrá haber paz verdadera y duradera.” Desde
nuestra experiencia pastoral pensamos que en el
derecho a la existencia de nuestro Pueblo en
formas políticas democráticamente expresadas
reside un paso necesario y decisivo hacia la
reconciliación y la paz

Nos dolió
profundamente --y así lo manifestamos en dos
escritos un numeroso grupo de sacerdotes-- que la
última Instrucción Pastoral de la Conferencia
Episcopal Española, con significativos votos en
contra, calificase como nacionalismo totalitario
que quiere imponerse con terrorismo e
ideología absolutista, las reivindicaciones de una
mayoría vasca que, sintiéndose un Pueblo,
reclama sus derechos humanos individuales y
colectivos. Nosotros, Santo Padre, reprobamos toda
clase de terrorismo, y, de manera especial, el
ejercido desde el poder y dirigido por los
Estados. En honor a la memoria histórica debemos
manifestarle que en el origen de las violencias
terroristas actuales entre nosotros están la
rebelión militar, la guerra fratricida, bendecidas
como Cruzada por la Iglesia, y la dictadura
franquista.



Lamentamos que la citada
Instrucción no mencionara ni descalificara
éticamente el exacerbado nacionalismo español y
la represión de la lengua y cultura vascas,
tan vigentes hoy en día. La tradición secular,
la conciencia actual y la praxis ética de nuestro
Pueblo desea y busca la paz en la convivencia de
una sociedad plural y en el respeto
íntegro del derecho a la libertad de todas las
personas y Pueblos. Ud. mismo, Santo Padre, que
experimentó como ciudadano y pastor las graves y
dolorosas dificultades que durante años impidieron
a su patria, Polonia, ser libre y dueña de su
destino, sabrá comprender nuestra sensibilidad,
deseos y aspiraciones.

Nuestra responsabilidad
pastoral y amor a Euskal Herria y a los demás Pueblos
de la tierra, nos llevan a solidarizamos con tantas
personas de ideologías diversas que sufren y son
víctimas de un conflicto político,
intencionadamente mantenido, que puede resolverse
por las vías democráticas de respeto a todos
los derechos humanos, tal como Ud. ha
subrayado y pedido en repetidas ocasiones.

Somos conscientes de las dificultades
que implican tal reconocimiento y ejercicio
democrático, dada la complejidad de la situación que
vivimos, agravada a lo largo de estos años por las
violaciones de derechos humanos fundamentales con
muertes, torturas, atentados, represiones,
amenazas y recortes de las libertades
democráticas, incluida la penosa situación de las
presas y presos, alejados de su tierra. Como afirmaba
el cardenal Roger Etchegaray en
declaraciones durante una visita a su
tierra vasca natal, “ … el Pueblo vasco ya ha
sufrido bastante, el diálogo debe sus tituir a la
violencia y los políticos deben mostrar lucidez y
coraje.” Esperamos, Santo Padre, que en su viaje
al Estado español promueva esa voluntad política
para superar todas estas situaciones de
sufrimiento.

Nuestro servicio pastoral
dentro de la Iglesia en Euskal Herria está hoy
íntimamente unido y comprometido en la
construcción de la paz, como insisten
continuamente nuestros Obispos y es el empeño
cristiano general. Sabemos que no es fácil acertar
con los medios adecuados para llegar a esa paz basada
en la justicia, teniendo en cuenta los graves
enfrentamientos que nos separan. Por eso esperamos,
Santo Padre, que su presencia en el Estado
español y su visita a las comunidades cristianas
sean un signo e impulso de reconciliación.

Compartimos su profunda
sensibilidad por todas las personas y Pueblos que
han sufrido y sufren las consecuencias de
diversas violencias y terrorismos, expresión en
última instancia de la ausencia de diálogo.
Nos unimos a sus reiteradas llamadas --por
desgracia no escuchadas con frecuencia-- para
evitar todas las guerras y violencias. Apoyamos
su trabajo incansable por la paz y por
conseguir relaciones fraternales y reconciliadas
entre todos los Pueblos, en especial con los más
pobres y marginados. Admiramos su testimonio
evangélico de pedir perdón por las graves
injusticias en las que la Iglesia ha sido culpable
y sería visto con agrado que invitase a la Iglesia
española a una petición de perdón por su complicidad
histórica en el enfrentamiento civil y en el
posterior régimen represor de derechos humanos.

Le expresamos estas
preocupaciones, sentimientos y deseos desde nuestra
responsabilidad evangelizadora. Lo hacemos en
comunión dentro de nuestra Iglesia en Euskal Herria y
solidarios con los demás Pueblos de la
tierra. Desde aquí queremos recordarle una
vez más que estamos y nos sentimos
divididos eclesiásticamente. Pensamos que la
unión pastoral de nuestras iglesias locales en
una única Provincia Eclesiástica Vasca, con Iruñea
/ Pamplona como arzobispado, secundando el
parecer y deseos expresados desde hace años
por el pueblo cristiano y la mayoría de los obispos
vascos, sería un importante signo eclesial de
reconciliación y de servicio pastoral a este
Pueblo.

Confiamos y deseamos que
su visita sea un signo evangélico de buena noticia
a los pobres, de libertad de los cautivos, de
fraternidad y de acercamiento a los que más sufren y
de paz justa para todos los Pueblos en el
reconocimiento de todos los derechos propios de
la dignidad humana y de su condición de hijas e hijos
de Dios.

Desde la comunión eclesial
en Cristo le saludamos con respeto y fraternidad.
FIRMAN 530 SACERDOTES DE TODAS LAS DIOCESIS VASCAS