En política, como en la música, los silencios también cuentan. La frase, vinculada a Alejandro Rojas Marcos durante el tiempo que estuvo retirado de la política después de la conquista de la autonomía hasta su aparición como alcaldable de Sevilla en 1987, representa un aforismo del buen hacer entre representantes públicos y ciudadanía. Por extensión, las ausencias también hablan. A veces a gritos. Y si no, que se lo digan al Jefe del Estado cuando nació la segunda hija del Príncipe.
Es respetable en su intento de centrar el objeto de la cita, que este año el Patronato de la Fundación Blas Infante haya decidido celebrar el homenaje alrededor de creador del nacionalismo andaluz convocando, una vez más, “a todos los andaluces”. Conveniente porque hay que precisar el tema alrededor de la figura que nos convoca. Nunca fue un acto ni privado, ni reservado, ni deberá serlo nunca. Por ello, sería deseable que el Presidente de la Junta, estuviese a pie de monumento como un andaluz más y fuera de protocolo. Javier Arenas, todo sea dicho en su honor, nunca falta.
Está muy bien lo de celebrarlo, con invitación por delante, en el interior de la institución más soberana del autogobierno. Sin embargo, el político debe estar entre el pueblo, y si este le abuchea eso va en el cargo por su condición de hombre y sueldo público. Cuidado, porque si continuamos por esa lógica perversa de la espantá ante el riesgo al desapruebo sustituiremos los actos abiertos por los espacios cerrados, la libre asistencia por los incondicionales palmeros del poder, la función de control desde la oposición por el rodillo. Hasta las ruedas de prensa serían mera lecturas de comunicados sin preguntas de periodistas. Y desde luego así, todos convendremos, que la democracia no avanza. Puro estilo Berlusconi, diríamos.
Pero voy más allá. Desde que Rafael Escuredo se comprometiera en 1979 a promover una celebración institucional todo los años, posiblemente estemos ante una peligrosa escenificación de una ruptura de incalculables consecuencias y de la que sólo sale perjudicado quien menos puede quejarse: Don Blas. Cuando sobran monumentos a Infante y le falta difusión a su obra, se le podrá evaluar ahora por el número fotos que aparecen en prensa en uno u otro acto. Esta ruptura, aún con la intención de centrar el homenaje, puede acarrear situaciones esperpénticas en un futuro no muy lejano que no benefician a nadie. Mucho me gustaría equivocarme. Por cierto, tampoco vendría mal que se dejara ver algún día una representación –directa y no delegada-, del ejecutivo central. Nunca estuvo presente y sería todo un gesto. Vendría bien la asistencia de la Vicepresidenta Fernández de la Vega para anunciar, por ejemplo, como hizo en homenaje a Companys, la anulación por ilegal del juicio que condenó a muerte al Padre de la Patria Andaluza cuatro años después de ser asesinado y enterrado en una fosa común. O la del propio ZP que estará cerquita por el Palacio de Las Marismillas en Doñana: Sería todo un lujo contar con Usted señor Presidente.
Lo cierto es que este nuevo ritual luctuoso del notario de Casares, volverá a estar rodeado de intensa polémica. Nueva en el tiempo. El tótem se nos vuelve mito y su realidad ya no se sabe si es historia o fantasía. A falta de que cada andaluz descubramos el Blas Infante que llevamos dentro, más parece que todos nos queremos hacer foto de estudio con él. Así, poco lograremos bajar a Infante de la nube y hacerlo el animal político que fue al margen de estructuras de poder convencionales a las que renunció. Y es más, este año tenemos morbo añadido. Nos queda por ver si con la cita andalucista del día siguiente en el monumento se insinúa una foto capaz de marcar nuevas actitudes conjuntas entre todas las formaciones políticas que ocupan ese espectro ideológico. Digo yo –un poco en broma pero en serio-, que sería un foro apropiado para invocar el espíritu de Infante entre los cielos, conjurarse contra vampiros centralistas, dibujar encantamientos de horizontes lejanos, fabricar nuevos hechizos y, beber, en el mismo vaso, pócimas que transformen el futuro en algo más sensato, razonable y posible. Capaces de hechizar a un electorado impasible y una militancia extenuada. ¡Qué mejor escenario que ése!.
Santificado sea tu nombre, amigo Blas, porque desde los altares, de tu obra y vida cada vez se sabe menos. Y no hay más ciego que el que no quiere ver y aprender.
Es respetable en su intento de centrar el objeto de la cita, que este año el Patronato de la Fundación Blas Infante haya decidido celebrar el homenaje alrededor de creador del nacionalismo andaluz convocando, una vez más, “a todos los andaluces”. Conveniente porque hay que precisar el tema alrededor de la figura que nos convoca. Nunca fue un acto ni privado, ni reservado, ni deberá serlo nunca. Por ello, sería deseable que el Presidente de la Junta, estuviese a pie de monumento como un andaluz más y fuera de protocolo. Javier Arenas, todo sea dicho en su honor, nunca falta.
Está muy bien lo de celebrarlo, con invitación por delante, en el interior de la institución más soberana del autogobierno. Sin embargo, el político debe estar entre el pueblo, y si este le abuchea eso va en el cargo por su condición de hombre y sueldo público. Cuidado, porque si continuamos por esa lógica perversa de la espantá ante el riesgo al desapruebo sustituiremos los actos abiertos por los espacios cerrados, la libre asistencia por los incondicionales palmeros del poder, la función de control desde la oposición por el rodillo. Hasta las ruedas de prensa serían mera lecturas de comunicados sin preguntas de periodistas. Y desde luego así, todos convendremos, que la democracia no avanza. Puro estilo Berlusconi, diríamos.
Pero voy más allá. Desde que Rafael Escuredo se comprometiera en 1979 a promover una celebración institucional todo los años, posiblemente estemos ante una peligrosa escenificación de una ruptura de incalculables consecuencias y de la que sólo sale perjudicado quien menos puede quejarse: Don Blas. Cuando sobran monumentos a Infante y le falta difusión a su obra, se le podrá evaluar ahora por el número fotos que aparecen en prensa en uno u otro acto. Esta ruptura, aún con la intención de centrar el homenaje, puede acarrear situaciones esperpénticas en un futuro no muy lejano que no benefician a nadie. Mucho me gustaría equivocarme. Por cierto, tampoco vendría mal que se dejara ver algún día una representación –directa y no delegada-, del ejecutivo central. Nunca estuvo presente y sería todo un gesto. Vendría bien la asistencia de la Vicepresidenta Fernández de la Vega para anunciar, por ejemplo, como hizo en homenaje a Companys, la anulación por ilegal del juicio que condenó a muerte al Padre de la Patria Andaluza cuatro años después de ser asesinado y enterrado en una fosa común. O la del propio ZP que estará cerquita por el Palacio de Las Marismillas en Doñana: Sería todo un lujo contar con Usted señor Presidente.
Lo cierto es que este nuevo ritual luctuoso del notario de Casares, volverá a estar rodeado de intensa polémica. Nueva en el tiempo. El tótem se nos vuelve mito y su realidad ya no se sabe si es historia o fantasía. A falta de que cada andaluz descubramos el Blas Infante que llevamos dentro, más parece que todos nos queremos hacer foto de estudio con él. Así, poco lograremos bajar a Infante de la nube y hacerlo el animal político que fue al margen de estructuras de poder convencionales a las que renunció. Y es más, este año tenemos morbo añadido. Nos queda por ver si con la cita andalucista del día siguiente en el monumento se insinúa una foto capaz de marcar nuevas actitudes conjuntas entre todas las formaciones políticas que ocupan ese espectro ideológico. Digo yo –un poco en broma pero en serio-, que sería un foro apropiado para invocar el espíritu de Infante entre los cielos, conjurarse contra vampiros centralistas, dibujar encantamientos de horizontes lejanos, fabricar nuevos hechizos y, beber, en el mismo vaso, pócimas que transformen el futuro en algo más sensato, razonable y posible. Capaces de hechizar a un electorado impasible y una militancia extenuada. ¡Qué mejor escenario que ése!.
Santificado sea tu nombre, amigo Blas, porque desde los altares, de tu obra y vida cada vez se sabe menos. Y no hay más ciego que el que no quiere ver y aprender.
Autor: Manuel Ruiz Romero. Centro de Estudios Históricos de Andalucía.