OPINION | EL Gobierno español está creando una policía política. El regreso de la oscuridad
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Para referirse en España con propiedad a
la policía hay que referirse al Estado, el Estado existente es la
continuación natural y sin traumas del Estado franquista.
La policía, un cuerpo creado
para emplear la violencia, propende por sí misma a adoptar la violencia
como ideología, una violencia siempre a favor del Estado y del orden
instituido.
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Imaginemos un país donde la
policía sólo vigilase, detuviese y golpease a unos ciudadanos y no a
otros, que protegiese a los ladrones y reprimiese las protestas de las
víctimas del robo, es fácil de imaginar, hasta donde yo sé creo que
todos los países son así, y desde luego eso es lo que ocurre en España
de un modo muy concreto con la policía antidisturbios. Una policía
diseñada para reprimir las protestas contra los desahucios, el paro, los
abusos de la banca española e internacional… Si supiésemos alguna vez
de una reunión de banqueros enriquecidos con dinero público disuelta por
la policía y sus participantes detenidos y conducidos en furgón
policial a comisaría, entonces pensaríamos que estábamos equivocados,
pero mientras tanto sólo podemos pensar que es una policía al servicio
de un grupo social y los políticos que protegen sus privilegios y los
representan.
Habrá quien me diga que hay
policía antidisturbios en la mayoría de los países y que no la creó este
Gobierno, y tendrá razón, lo cual no quita que sea cierto que es un
cuerpo de policía política creado específicamente con esa función; sólo
añade la evidencia del férreo orden social que protegen partidos con
nombres distintos. Pero como no se trata aquí de reflexionar en
abstracto sobre la naturaleza del Estado y sus instituciones me referiré
a lo que está llevando a cabo este Gobierno: transformando de modo
planificado toda la policía en una policía política, cosa propia de un
estado totalitario.
Para referirse en España con
propiedad a la policía hay que referirse al Estado, el Estado existente
es la continuación natural y sin traumas del Estado franquista.
Siguieron en sus puestos los mismos jueces, los mismos altos
funcionarios del Estado y los mismos generales y mandos de la policía,
no hubo depuración alguna, revisión alguna de sus actuaciones. El
antifranquismo pretendía la disolución o depuración de “los cuerpos
represivos” que no hubo, y podemos comprobar cuánta razón había en ese
objetivo. Vemos cada día cómo el Estado protege a Billy el Niño o al
capitán Muñecas, funcionarios impolutos, y deja sin protección a sus
víctimas. Este Estado está más con los torturadores que con los
torturados, es tan simple como evidente. Tengo la completa seguridad de
que nuestras fichas policiales siguen existiendo, como cualquier Estado
autoritario nos niega el derecho a conocer lo que la policía franquista
anotó de nosotros pero no me cabe duda de que es posible que un día
volvamos a ser detenidos y el mismo policía u otro nos leerá una ficha
que siguió ampliándose desde entonces.
Sin duda la evolución de la
sociedad se notó y le benefició el que también llegase a ese cuerpo el
sindicalismo, hizo más visible a sus miembros su condición de
asalariados, común a los trabajadores. Pero si los mismos torturadores
han seguido en activo y ascendido a posiciones de mando es porque el
franquismo es una ideología muy asentada en el Estado y concretamente en
la policía.
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Y hace unos días supimos de la pretensión del Ministerio del Interior de educar a la policía ideológicamente
y cuando este gobierno dice que quiere educar el espíritu nacional
sabemos que se trata de “españolizar”, como gusta de hacer Wert a los
niños. Es decir, la ideología explícita de la derecha española. De modo
que no son anécdotas sueltas el invocar a la Virgen y condecorarla o que
se repitan los insultos de carácter xenófobo de policías contra
catalanes, por ejemplo. Es evidente que ante la voluntad de gran parte
de la ciudadanía catalana y de sus representantes de votar y revisar su
situación en relación al Estado, el Gobierno esté utilizando todos los
resortes del aparato judicial y policial para reprimir esta pretensión.
Por eso sabíamos hace unas semanas de una trama de policías nacionales
de Madrid que espiaban la sede de un partido político catalán o el
espionaje y difusión de la identidad de jueces proclives a reconocer
legalmente la consulta catalana.
Estamos en un momento en que
se radicalizan los resabios franquistas dentro de ese cuerpo,
conscientemente instrumentalizados por el Gobierno. El proyecto de ley
de “seguridad” de Fernández Díaz es un programa de represión autoritaria
que conduce a la represión de la libertad de prensa y de expresión,
pero la suma de declaraciones y actuaciones de Fernández Díaz al frente
de ese ministerio son todo un programa completo de fascistización y la
utilización de policías y guardias civiles en operaciones de control y
manipulación política son constantes. Constantes las sistemáticas
acusaciones de terrorismo a cualquier protesta y el tratamiento de
terroristas o simpatizantes a cualquier disidente, el terrorismo es la
gran energía que, paradójicamente, debilitó al nacionalismo vasco pero
vigorizó al nacionalismo español. Y siempre hizo daño a sus víctimas y a
la sociedad en conjunto.
El último caso, escandaloso,
es la llamada “operación araña” construida por mandos de la Guardia
Civil y que consiste en detener a una serie de individuos que escriben
barbaridades en sus cuentas de Twitter y Facebook. Dejemos de lado el
asunto de si las redes sociales son un espacio personal o un medio de
comunicación, lo que hay es una operación de propaganda ideológica
contra el enemigo fantasma, “los terroristas”. Una serie de personas,
desconectadas unas de otras y en ocasiones distintas, escriben
animaladas contra la policía o las víctimas de ETA, desahogando su
frustración o su rabia. Unas expresiones llenas de odio e impotencia
quizá escritas después de mamarse de alcohol o fumados… O hastiados, o
humillados, o quizá víctimas de alguna medida política del Gobierno… Es
evidente que, de ser faltas, merecen castigo pero no hay ninguna
organización terrorista de por medio, es esa investigación la que teje
una trama inexistente. Eso se llama “montaje”.
Cuando este Gobierno pase
nada será igual a como era antes de llegar, los daños que dejará serán
incuantificables. Uno de ellos es el daño que le está haciendo a la
Policía como institución, nadie le hizo tanto daño como el que le está
infiriendo este Gobierno. Un daño muy difícil de reparar.