16 marzo, 2014

PROPAGANDA PODER Y CAOS

Artículo lleno de surrealismo con oscuras intenciones hacia la opinión de la sociedad civil y lo que no sabemos. Joly le da cobertura.

La noche de los guerreros de élite

Pilotos de los marines de EEUU y del Ejercito de Tierra se adiestran para misiones con visión nocturna en Andalucía.
Oscar Lobato | Actualizado 16.03.2014 - 06:56
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Foto: Antonio Pizarro
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Foto: Antonio Pizarro
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El Aljarafe es un país oscuro, tachonado por las farolas de Mairena, de San Juan, o de Palomares. Más allá de Almensilla, la tierra funde a negro y esas luces se diluyen. Arriba, a quinientos metros de altura, dos aeronaves militares de asalto sobrevuelan ese paisaje lóbrego, disueltas entre las sombras nocturnas.

Nubes gruesas secuestran aún la luna, pero las dotaciones de ambos aparatos ni siquiera precisan de su resplandor. Todos los tripulantes llevan cascos de vuelo con gafas de visión nocturna. Para ellos se cumplen ya dos horas desde el comienzo de la misión y aún resta la parte más ardua de esa tarea. En formación cerrada y a 250 kilómetros por hora, un helicóptero Súper-Puma del Ejército de Tierra español y un convertiplano Halieto de los marines de Esrados Unidos, surcan el aire en un vuelo táctico a bajo nivel. Su destino es un área confinada, designada con la clave operacional Bravo 24 Alfa.

Este vuelo es un adiestramiento conjunto entre dos unidades de la OTAN, altamente cualificadas y especializadas en inserción de fuerzas de comando y transportes de tropas en asalto.
La faena ha comenzado a las seis y media de la tarde. A esa hora, arribaba a la pista de la base de El Copero, en Dos Hermanas, algo parecido a un avión turbohélice de mediano porte. Al menos, eso pensaría un observador, hasta advertir cómo las hélices de ese aparato basculan desde la posición horizontal, para situarse completamente verticales y actuar como rotores de helicóptero. Esa es la característica esencial de los convertiplanos: despegan o aterrizan como helicópteros convencionales y, ya en el aire, pueden modificar la posición de las góndolas de sus motores y volar como cualquier avión

Ese aparato en cuestión es un M-22 Halieto (Osprey) asignado a la 162ª. Escuadrilla de Aeronaves de Rotor Basculante (MVV Medium Tilt-Rotor 162 Squadron). Dicho de otra manera, es uno de los convertiplanos de asalto de la Fuerza Operativa Aeroterrestre Multipropósito de Respuesta a Crisis del Cuerpo de Marines (SMPAGTF-CR) de los Estados Unidos, estacionada en Morón de la Frontera. La aeronave norteamericana evoluciona sobre la plataforma de la base militar hasta situarse junto a su compañero de patrulla nocturna; un robusto Super-Puma de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET).

En concreto, este último pertenece al 4º. Batallón de Helicópteros de Maniobra (BHELMA-IV), la unidad especial, encargada de transportar e insertar en zona de operaciones a las fuerzas de élite españolas. Ataviado con su mono de vuelo color arena, el teniente coronel Ignacio Rosales de Salamanca, jefe del BHELMA IV, explica: "Los norteamericanos solicitaron entrenar con nosotros, pues somos ambas unidades con TTP (acrónimo de Tácticas, Técnicas y Procedimientos) similares".
En efecto, salvo por las aeronaves, los métodos operativos del MVV-162 y del BHELMA apenas difieren, cuando entran en acción. Y si los infantes de marina de EEUU acreditan misiones en Libia, Haiti, Iraq o Afganistán; los helicopteristas españoles no se quedan atrás. Las dotaciones de El Copero acumulan experiencia en combate en Kosovo, Kirguistan, Líbano; así como también en suelo iraquí y afgano. Este adiestramiento tiene un alto nivel de complejidad e importancia. De hecho, la tripulación norteamericana la lidera el propio jefe del MVV-162 Squadron, teniente coronel Robert A. Freeman; y su dotación la completan el capitán Caldwell, como segundo piloto; el cabo 1º Felker, como supervisor; y los cabos Cipoletti y Hunters, como operadores de carga y artilleros. En correspondencia, el propio teniente coronel Ignacio Rosales, pilota el Super-Puma español; secundado por el capitán Pablo Vázquez Edo, el teniente Fernando Vidales, el brigada Luis Bejarano y el cabo Antonio José Falcón.

Los militares nacionales acuden a recibir a sus homólogos a pie de pista y todos se trasladan, luego, hasta la sala de instrucciones para la sesión informativa sobre el ejercicio. A partir de ese instante, El Copero queda transformado en una base donde el inglés OTAN se convierte en lingua franca. Desde los detalles de planeamiento hasta las instrucciones de la torre de control del aeródromo, todo se realizará en esa lengua. No es nada inusual. El BHELMA IV es una unidad 24-24/-365 (operativa día y noche todo el año). No hay tiempo para titubear cambiando de idiomas . Siempre se mantiene alerta para un ámbito de comunicación internacional.

El teniente coronel Rosales de Salamanca, líder de la misión conjunta, imparte los detalles inherentes al vuelo, mientras la pantalla de proyecciones va cambiando. Las imágenes muestran la previsión metereológica, la hora de orto lunar, el cronograma de porcentajes de visibilidad, las características de las áreas restringidas y sus localizaciones. Los tripulantes toman notas puntuales. Les aguardan complejas tomas y despegues nocturnos, que ambas aeronaves deben acabar ejecutando al mismo tiempo y en áreas de dimensiones cada vez más confinadas y reducidas (a una de ellas, los pilotos incluso la apodan el chiquero).

El primer escenario de misión se ubica al sureste de Aznalcázar en la provincia de Sevilla. Llegar allí en vehículo desde la base, supone una hora de carretera. En vuelo, apenas serán catorce minutos. La segunda área de misión queda bastante más lejos. Se trata del poligono de Las Navetas, en plena sierra de Los Merinos, al noroeste de Ronda (Málaga). Una tiradita de más de dos horas en automóvil, pero de apenas treinta minutos por vía aérea. Se repasan todas las frecuencias radiales, los procedimientos de comunicación y aproximación, los hitos más destacados del terreno y los indicativos de llamada (Corzo para el helicóptero español y Oasis para el convertiplano).

Finalmente, se analiza el perfil específico de este vuelo. Los planes contemplan dos tomas en solitario para cada una de las aeronaves, mientras la otra le cubre desde el aire. Tras eso, nuevas aproximaciones y tomas de las dos aeronaves, ahora en forma conjunta, recreando las más rigurosas condiciones de asalto y desembarco. Concluida la primera sesión prevuelo, Ignacio Rosales de Salamanca dirige otra segunda, destinada a las otras dotaciones del BHELMA IV que también volarán esta noche en zonas distintas. Para los helicopteristas de su batallón eso es tarea frecuente. Sus dotaciones siempre están practicando estos ejercicios y de ellos se dice, humorísticamente, que se vuelven "búhos", a base de realizar este tipo de misiones.

De hecho, esta unidad de las FAMET es líder en vuelo nocturno y su destreza es tal, que se encargan de instruir tanto a los pilotos del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil, como a sus compañeros helicopteristas del Ejército del Aire. Mientras Ignacio Rosales supervisa la segunda reunión pre-vuelo de la noche, su homólogo, el teniente coronel Robert A. Freeland, comenta al periodista: "Para nosotros es un privilegio trabajar con nuestros colegas españoles. Son profesionales muy competentes, con una destreza que ya hemos tenido ocasión de comprobar y siempre aprendemos con ellos".

Todo un elogio en boca de uno de los pilotos con más acciones de combate del USMC y en posesión de varias condecoraciones, entre las que figura la Medalla Encomienda de los Marines con dos estrellas de oro. Es ya noche cerrada, cuando el helicóptero y el convertiplano enfilan hacia el Este, apartándose de la rutilante luminescencia de la Sevilla nocturna. Ahora, la campiña aljarafeña queda salpicada de cortijos aislados, cada uno de los cuales alumbra su propia identidad frente al oscuro.

Una frase de Antoine de Saint-Exupery en su Vuelo nocturno, cobra plenitud a tan escasa altura de vuelo: "...Como un centinela en el corazón de las sombras, ahora descubre que la noche revela al hombre y esa simple estrella en la oscuridad delata el aislamiento de una casa". Menos lírica. Por el portón lateral abierto del Super-Puma asoma la silueta del Halieto. Tan próximo, que incluso se distingue el brillo, verde y féerico, de los diodos de las gafas de visión nocturna de sus pilotos. La imagen tiene mucho de irreal.

La voz del teniente coronel Rosales previene "ochenta nudos y bajando". Mientras, el capitán Edo, canta la reducción de altura y por fin informa: "Derecha e izquierda libres" A 160 kilómetros por hora, los 15 metros de longitud y las 8 toneladas de peso del helicóptero, se abalanzan hacia tierra; precediendo a los 17 metros y 10 toneladas del convertiplano.

Su meta es un claro de apenas 150 metros de longitud rodeado de arboles por los cuatro costados. En el último instante, ambas aeronaves nivelan, frenan su descenso, y sus trenes de aterrizaje tocan tierra en impecable formación. Tras un minuto, vuelven, alzan el vuelo en perfecta sintonía. Perfecto. Ahora toca repetir. En la noche de los guerreros de élite, la improvisación no tiene la menor cabida.
Fuente: Diario de Sevilla.