Nuevos grupos que escapan de los discos
¿Ha vuelto la canción protesta al pop español? Resulta innegable que la situación política, económica y social de los últimos años ha acabado salpicando a la música, a lo que se canta y cómo. Artistas que aún venden miles de discos como Amaral o Vetusta Morla se han sumado con canciones al cuestionamiento ciudadano de las instituciones del 78. Otros como Nacho Vegas han publicado sus letras más explícitas contra el actual estado de las cosas.
Desde posiciones más minoritarias, una parte del pop independiente, generalmente acusado de falta de compromiso, ha bajado a la trinchera para renovar discursos y modos de hacer. En ello están también una experiencia tan singular como la Fundación Robo o la cláusula mantera creada por Camila para que copias de su disco se puedan vender libremente en la calle.
El pop independiente español baja a las trincheras y cuestiona, con sus novedosas actuaciones en la calle, el estado del paísSin embargo, la conexión más carnal
entre música y movilización ciudadana hay que buscarla en otras
iniciativas. Son expresiones creativas realizadas directamente para la
reivindicación, dentro de ella y atravesadas por ella, sin horas de
grabación en un estudio ni disco que escuchar como resultado. La
(canción) protesta es la propuesta.
Fandangos y bulerías contra el capital
El discurso en el Parlamento andaluz de la senadora socialista Mar Moreno,
el 25 de junio de 2014, fue interrumpido en tres ocasiones por unos
fandangos que desde la tribuna de invitados señalaban a sus señorías
como meros ejecutores de las directrices de la Troika. Mientras Moreno
se iba quedando afónica, los tres cantaores alzaban la voz y eran
desalojados.
Se trata de la acción más espectacular hasta el momento del colectivo flamenco anticapitalista Flo6x8, que desde la primavera de 2008 persigue “desenmascarar a los bancos como grandes responsables de la crisis”, reconoce Titi Mon Parné, seudónimo de uno de sus miembros.
Para ello han bailado y cantado todos los palos del flamenco en numerosas oficinas bancarias, convirtiendo esos espacios en inopinados tablaos en los que lo jondo y la protesta se dan la mano. Han dedicado soleás al rescate de Bankia o fandangos a la prima de riesgo. Y todo en las mismas entrañas de la bestia a la que combaten.
“Cuando
la gente ve danzas y bailes en las sucursales, algo salvaje e
insobornable, se produce una fuerte identificación, un vínculo muy
estrecho que actualiza esa clave antagonista que tiene el flamenco y
cuya capacidad política se ha desarrollado en las últimas décadas por la
institucionalización. Si tú la realizas fuera de esos contextos
oficiales, se revigoriza”, sostiene el activista.
Cuando
la gente ve danzas y bailes en las sucursales, algo salvaje e
insobornable, se produce una fuerte identificación, un vínculo muy
estrecho que actualiza esa clave antagonista que tiene el flamencoLa crítica al papel de las entidades financieras en el origen de la crisis y a la deuda como herramienta de control político
por parte de organismos poco democráticos les ha llevado a elegir esos
escenarios para sus sorpresivos espectáculos, que han recibido
respuestas muy variopintas.
“Lo más recurrente es la rigidez, una
situación de tensión. Hay quien se cree el discurso del banco, algunos
empleados que parece que vayan a heredar la empresa y dan la cara. Entre
la clientela también hay quien se indigna y nos reprueba, aunque esto
cada vez pasa menos, y otra gente simpatiza mucho. Hay
quien acaba aplaudiendo tras la intervención pese a tener de entrada
indisposición a la protesta contra la banca. Y, cada vez más, nos graban
con los móviles”.
Ese registro de las imágenes y el sonido que
generan en las oficinas es algo que el colectivo ha cuidado
especialmente, con el objetivo de “transmitir a miles de personas la
fuerza y tensión que hay en esas acciones de desacato”. Así, en 2011
editaron Cuerpo contra capital. Un musical flamenco contra el sistema financiero', un documental que recoge los mejores momentos de sus intervenciones en bancos.
Sin
embargo, la irrupción en el Parlamento andaluz supone una nueva
dirección para esta guerrilla flamenca, que apunta a otros objetivos.
“Hasta ahora no queríamos dirigirnos a las diferentes instancias
políticas del Estado porque les considerábamos mamporreros, subalternos, y queríamos hablar directamente a los amos, pero este proceso de regeneración democrática que vivimos, con Podemos,
el Partido X y otras iniciativas que proponen la creación participada
de una nueva Carta Magna, nos inspiró para por primera vez dirigirnos a
una instancia de representación y pedirle allí mismo que deje de actuar
como correa de transmisión de la Troika”.
La acción pretendía además otro fin muy concreto, sin vacilaciones. “También pedimos que se deje de votar al PSOE.
Votar no es como la afinidad por un equipo de fútbol, al que se sigue
fielmente. Hay que atender a lo que hace el partido y si es
consecuente”.
La orquesta del Titanic en las calles
La
inmensa mayoría de las manifestaciones celebradas en Madrid en los
últimos tres años ha compartido una imagen y un sonido: en algún punto
del recorrido, un grupo de personas con instrumentos, partituras y bajo
una batuta reinterpretando canciones populares adaptadas al hoy.
Ya fueran marchas contra la privatización de la Sanidad, los recortes en Educación o la venta del Canal de Isabel II, La Solfónica
ha participado directamente en la movilización ciudadana en las calles
cuando la tormenta arreciaba. ¿Una orquesta del Titanic en versión
española en el siglo XXI?
La
Solfónica es una expresión de que el pueblo es libre, inteligente y muy
capaz de organizarse. Una propuesta de activismo y de hacer política
que invalida los estereotipos asociados a la protesta socialEn sus palabras, “La Solfónica es una expresión de que el pueblo es libre, inteligente y muy capaz de organizarse. Una propuesta de activismo y de hacer política que invalida los estereotipos asociados a la protesta social”.
Esta peculiar orquesta, en cuyo repertorio figuran revisiones de temas de George Harrison, Mikel Laboa, el Grândola Vila Morena, L'Estaca de Lluis Llach o un No nos representan
propio y muy explícito, se formó tras la ruptura que supuso el 15 de
mayo de 2011. En junio de ese año interpretaron en la madrileña plaza de
Neptuno la Novena Sinfonía de Beethoven, en lo que se puede considerar su acto fundacional.
“Tocamos
en la calle simbolizando que la inclusividad, la horizontalidad y la
cercanía son nuestra base. Los teatros, los auditorios y los escenarios
son necesarios y maravillosos, pero éste es el espacio que elegimos para
decir que el arte no puede ser elitista, sino accesible y abierto”, explican.
Su
participación en el acto final de las Marchas por la Dignidad el 22 de
marzo de 2014 dejó imágenes espeluznantes, con las cargas policiales de
fondo mientras interpretaban el Canto a la libertad de Labordeta.
La actividad musical de La Solfónica tiene un objetivo claramente fijado. “Defendemos el fin de la mercantilización del arte y la educación,
pero ello no nos aleja de la reivindicación de un uso de los recursos
públicos que responda a las necesidades de la sociedad”, sostienen.
En 2013 estrenaron una ópera bufa para tiempos de crisis, El crepúsculo del ladrillo, y recientemente ha surgido un grupo dentro de La Solfónica, SoyMujer8M, “con el objetivo de ir conformando un repertorio musical para el equilibrio de géneros”. Su primera creación es Las Marzas, con música compuesta por Sonia Megías.
Bach también suena en una ‘okupa’
La forma en que los dos coros del Patio Maravillas vinculan música y reclamación es el espacio donde desarrollan su actividad formativa: un centro social ocupado y autogestionado en el corazón de Madrid.
El
coro de Ladinamo cumple nueve años en octubre, tiene unos treintaicinco
miembros, “y ahora mismo está embarcado en un proyecto
didáctico-musical ensayando coros de óperas no muy conocidas por el gran
público de autores maravillosos como Haendel, Purcell o Charpentier”,
señala Malela Durán, una de las dos directoras.
La
música clásica antes era un arte de 'minorías para minorías', luego
pasó a ser un arte de 'minorías para mayorías' y la transformación que
faltaba era convertirla en un arte de mayorías para mayorías
El
segundo, el coro Pez, llegará al lustro de vida en enero. Ambos tienen
una lista de espera para entrar de más cien personas y han hecho también
sus pinitos en el pop, participando en la grabación de algunas
canciones en los últimos trabajos de Lorena Álvarez y Nacho Vegas.
Popularizar
la música clásica, hacerla accesible mediante la interpretación en
primera persona de obras ensayadas durante el curso, es una de las
motivaciones de los coros.
“Aquí siempre recurro al maestro Abreu,
fundador del Sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela,
que decía que la música clásica antes era un arte de 'minorías para
minorías', luego pasó a ser un arte de 'minorías para mayorías' y que la
transformación que faltaba era la de convertirla en un arte de 'mayorías para mayorías'”, explica la responsable.
Hacerlo desde una 'okupa', además, rompe con los prejuicios con que se ha mirado la actividad de estos centros de producción cultural alternativos.
“Se puede intervenir políticamente haciendo música clásica, dando
clases de matemáticas, pintando muros, enseñando economía o de un millón
más de maneras. Hace poco estuve leyendo, por ejemplo, sobre una
organización que trabaja con niños y niñas afganos (la mayoría de la
calle) y su medio principal de trabajo es la práctica del skateboard”,
apunta la directora, quien reconoce que “una de las grandes alegrías de
los coros del Patio es ver cómo un “yo he venido aquí a divertirme” se
convierte en gente atravesada por un coral de Bach o una canción del
Renacimiento”.
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