05 agosto, 2010

ENRIQUE INIESTA COULLAUT VALERA VIVE Y MUERE



En el Homenaje. Ciudad de Granada. Carta dedicada.

Mi querido -y muy nuestro- Enrique:

Tenía la edad de mi hijo cuando te conocí.

Apurábamos el bachiller por los patios del Colegio de Sevilla… cuando un grupo de alumnos,… un verano… sobre finales de los setenta… aparecimos por el Menor de esta Granada para aquellos cursos que llamabais de Dinamización Cristiano Andaluza.

Desde entonces todo fue distinto en mi vida.

Tú sabes bien que suelo recordarle a mi Pablo la suerte que he tenido al conocer desde entonces a los Escolapios.

Aquello fue una cita de verdadera pastoral juvenil, de la que brotaban valores capaces de encauzar pasiones adolescentes.

Luego llegó el contacto con la Viceprovincia, la Comunidad del Cerro del Aguila, la Librería el Toro Suelto, Villavieja, hasta que juntos,…. compartimos un par de años en la comunidad de aquel barrio obrero sevillano.

¡Qué años, Enrique ¡ ¿Recuerdas?

Me enseñaste a ser más persona y a crecer más allá del simple paso de los años.

Contigo aprendí a amar la música, a redactar negro sobre blanco o a maquetar Andalucía Libre,… Y juntos descubrimos a un Blas Infante que solo tú eras capaz de apreciar,… por eso me empujaste a estudiar historia. Todavía te veo lupa en mano interpretando sus manuscritos.

Jesucristo, los Escolapios, Andalucía, Calasanz, Infante, la educación, la cultura, las cofradías, la sensibilidad ante las artes y las letras, los niños y jóvenes, los más necesitados,… todo en ti estaba encajado con coherencia y lealtad: tu vocación cristiana, educativa y andaluza eran caras de una misma esencia vital.

Gracias a ti Enrique, también tuve la suerte de conocer a muchos de los que hoy nos acompañan y a otros tantos que desearían estar aquí de corazón.

Unos y otros hemos sido tu familia también,… con permiso de tus compañeros Escolapios, padres, hermanos y sobrinos. Perdona, somos, parte de tu familia como a ti te gustaba decir.

Has sido –y eso te honra-, maestro de muchos y amigos de todos.

Por eso mismo, querido amigo, me perdonaste, te perdone y nos perdonamos infinidad de veces, conscientes de que nos unía mucho más de lo que nos separaba.

Todos los presentes, y los que también querrían estar, somos parte de un sueño del que tú nos convenciste y que un día la Historia se encargará de manifestar.

Como andaluces de conciencia te prometemos hacer lo imposible para dignificar a nuestra gente y este pueblo que tantos sinsabores nos ofrece, como bien sabes.

Desde el Centro de Estudios Históricos que contigo fundamos, seguiremos como grupo llevando la cultura a quienes menos opciones tienen, tal y como nos enseñaste.

Como cristianos y cofrades, unos más que otros, pero pecadores todos al fin y al cabo,…intentaremos seguir a Jesús de la mano de Calasanz donde quiera que vayamos, sobre todo, aquellos hemos jugados siendo niños en patios de tus colegios que aún lo son.

Aunque algunos lo sabemos de buena tinta. El testimonio de vida escolapia que ofrecías fue –sin darte cuenta-, siempre tu mejor mitin, y mientras, nos enseñabas a humanizar la vida pública y asociativa que nos rodeaba.

Nos queda tu vocación, tus escritos, tú empuje, tu estrella, tu dialéctica y tu compromiso sincero y valiente,… aquí nos dejas un poco más solos con tu amistad hecha ahora recuerdo vivo.

Te marchas Enrique a preguntarle respuestas a Jesús y a poder mirarle de frente de la mano de Calasanz, que seguro te acoge como un bien alumno.

Vas a encontrarte con tus padres y el mío que conociste, con tus hermanos y con Tati,… vas a conocer Toda la verdad de Infante y seguro que os montaréis todos juntos una escuela del sol en donde Dios es siempre la pregunta y la respuesta. Tus amigos José María de los Santos, el padre Javierre, Carlos Cano y la religiosa Paula Montal –entre otros-, ya te esperaban.

Como tu amiga Belen ha dicho de ti, “Nuestro Enrique, sólo ha conseguido escapar de la cárcel en que se le había convertido el cuerpo físico. Ahora es libre para jugar a ser brisa… y acunar la verde y blanca para sumarse a la energía positiva que baña el Universo”.

A ti te toca descansar en paz,… a nosotros comprometernos más aún antes los valores que de ti hemos aprendido.

Cada uno desde su lado y desde su parte, hasta completar el todo aquel nos provoca, nos anima y nos cansa a veces.

Será la mejor forma de honrarte y de que, como decía Infante, sigas viviendo entre nosotros,… de todos quienes estamos orgullosos de reconocernos como hijos tuyos y llevar gozosos tu Fe y tu Ideal.…

Gracias Enrique por todo lo que nos has regalado a tantos.

Ya te echo de menos,… y hace poco que te has ido.

Será difícil no tenerte cerca, hasta discutiendo disfrutábamos contigo, pero estamos seguros que nos echarás una mano cuando nos invada el desconcierto, la pereza o la desilusión.

No necesitaremos más que recordarte.

A tus frescas y renovadas lealtades, Enrique, responderemos.

Ve con Dios hoy,… que La puerta de la felicidad te espera.

Da recuerdos a los nuestros,… y descuida,…que ya nos veremos…hasta que Dios quiera.