Mar Moreno, auspiciada por un truco /vacio legal (como casi toda la historia de la transición política del PSOE) y con argumentos de moda entre el neofascismo socialista (sexismo y concierto con la Junta) , cierra un nuevo colegio en el barrio más sindicalista, rojo y obrero de Sevilla. Barrio y colegio donde muchos dirigentes han nacido o estudiado o vivido.
Sea como sean los colegios, NO SE CIERRAN.
Altair, golpe al pulmón obrero de Sevilla
Día 27/01/2013 - 08.17h
La retirada del concierto por la Junta aboca casi al cierre al histórico centro escolar, repleto de familias de clase baja
Entre Palmete, Su Eminencia, Amate y El Cerro. En pleno pulmón obrero de Sevilla. Un distrito desarrollado en los 80 con trabajadores de Astilleros, de la antigua Hytasa, de Renault... Un distrito con un 45% de voto socialista y un 10% comunista. Un distrito donde el paro se ceba. Allí se erige desde hace 45 años el Colegio Altair.
De la iglesia y justo en el epicentro del sufragio más laico para
convertirse en tabla de salvación de muchas generaciones de chavales que
encontraron en sus aulas la mejor formación orientada al empleo.
Altair es uno de los centros de educación diferenciada a los que la Junta de Andalucía ha anunciado que va a retirar el concierto a partir del próximo curso apoyándose en sentencias del Tribunal Supremo
que amparan el «vacío» a centros donde se segregue por sexo. Esta misma
semana ha sido subrayada esa postura por la consejera del ramo, Mar Moreno. La pérdida del concierto supondría casi el cierre de un motor de formación como Altair, que ha emprendido una batalla por la libertad de poder elegir colegio y para recalcar que la medida afectaría a muchas familias de capas desfavorecidas,
las del entorno, para las que sería imposible que sus hijos accediesen a
un colegio del prestigio de éste. Según se apunta desde el centro
escolar, casi un 90% del alumnado actual no podría recibir allí clases
sin el concierto.
Los ejemplos son múltiples. Como el de Anthony, jardinero nigeriano afincado en Su Eminencia que lleva desde 2009 en el paro, como su esposa. Tiene en Altair a un niño de siete años,
Cristian, «que tiene su vida hecha en este centro, sus amigos... su
mundo». «No tengo medio alguno para pagar un colegio de este tipo. No
tengo nada ahora, pero me gustaría que mi hijo pudiera seguir estudiando
en su colegio porque a mí me enseñaron que la educación es fundamental y
sacarlo de aquí ahora sería un problemón. No se puede jugar con la
educación de nuestros hijos, es nuestro futuro. Y si yo me quito cada
día un poco de comida para poder darle a mi hijo la educación por la que
siempre he luchado, ¿por qué los políticos no pueden hacer ese pequeño
esfuerzo por mantener un sitio como éste, donde muchísimas familias han
encontrado una salida?».
«Igualdad es poder elegir»
Juan Manuel lleva año y medio desempleado. Vecino de Palmete, tiene dos hijos
en Altair, uno en Primaria, Brandon, y otro en Infantil, Jordan. En su
casa entran los 500 euros del trabajo de su mujer más los 400 de su
ayuda. Si hubiera que pagar como colegio privado, sus vástagos tendrían
que dejar el centro. «¿Igualdad? —se pregunta—. Igualdad es que cualquiera pueda elegir el colegio que quiera para sus hijos. Creo que la gente se deja mucho llevar por todo eso de la iglesia y demás, pero luego no es tanto como cuentan. Aquí es todo gente trabajadora, no hay ningún rico.
Cualquiera que visite el barrio y el propio colegio lo ve. El problema
es que los que quieren cerrarlo no lo conocen, se quedan sólo con que es
un centro del Opus Dei y se acabó. Y se van a cargar a muchas familias
obreras, a mucha gente humilde». Juan Manuel recuerda que «los padres no
buscan este colegio por ser o no religioso sino porque es muy bueno. De
su Formación Profesional salen los chavales con opciones de encontrar trabajo y eso es lo que cuenta».
Mónica,
ecuatoriana que regenta un pequeño quiosco a sólo unos metros de la
cancela del colegio, buscó piso en el barrio «precisamente porque quería
que mis hijos estudiasen aquí, me habían dado muy buenas referencias y
lo hice todo para ello». Madre de tres hijos,
tiene aún en el centro a Jason, en segundo de Bachillerato, y a
Francis, en sexto de Primaria. «Aunque pueda parecer anticuado, mi
familia cree en los valores y en Dios. Y yo deseaba que mis hijos
pudieran educarse de esa manera, aprendiendo no sólo matemáticas sino
otros valores que a nosotros nos aporta la religión». Para Mónica,
«ahora sería muy traumático dejar un colegio al que los chicos están muy
vinculados. Pueden ir a un público, pero, ¿por qué tengo que renunciar a
que se eduque en esos valores en los que se han venido educando hasta
ahora?».
Del Cerro del Águila, Francisco
se lamenta de una situación «en la que la Junta habla de igualdad
cuando precisamente esto que hace es lo contrario. No permiten que mis
hijos se igualen con los que sí pueden costearse un colegio privado e
igualdad es poder elegir con libertad, como hacen los ricos». Padre de dos mellizos de 16 años
de cuarto de ESO, Germán y Francisco, este vigilante en un pabellón
polideportivo se ve obligado a que el curso próximo sus hijos tengan que
irse del centro «donde llevan toda la vida», pues el «corte» afectará a
primero de Bachillerato, curso al que van a llegar sus dos «alumnos».
«Yo gano mil euros al mes. Y cuando nos pagan, porque últimamente ni eso. ¿Cómo podría seguir pagando una educación así el año que viene?».
Fuente: ABC