Ametzazurra.-
La evolución de la crisis económica en España está dando lugar a
situaciones extrañas de las que, sin embargo, no se habla lo suficiente,
tal vez por la capacidad que los grandes poderes políticos y económicos
españoles tienen de mediatizar la actividad de los medios de
comunicación.
Hay muchas dudas, hechos curiosos y chocantes. Por ejemplo, la evolución de la deuda española y las consecuencias que de ella se están derivando.
Cuando el Partido Popular llegó al gobierno, a finales de 2011, la deuda del estado español era equivalente al 69% del PIB. Paralelamente, había varias decenas de miles más de empresas activas, que hoy han desaparecido, y había algo así como un millón y medio menos de parados. En aquel momento, la Seguridad Social todavía mantenía un apreciable superávit. El déficit presupuestario del estado era muy parecido al actual.
Siguiendo las tesis de dos economistas norteamericanos, Reinhart y Rogoff -según las cuales, cuando la deuda de un país alcanza el 90% de su PIB hace imposible el crecimiento económico y provoca recesión-, se nos dijo entonces que, dada esa situación, el nivel de deuda era inaceptable y era indispensable recortarlo radicalmente y de inmediato.
El primer suceso extraño, o cuando menos llamativo, fue que, siendo la situación la que era, una de las primeras decisiones del gobierno Rajoy fue dar los pasos jurídicos necesarios para, en nombre del saneamiento de la banca española -en una situación más que delicada por sus decisiones en relación a la burbuja inmobiliaria y la crisis de las subprime norteamericana-, convertir en deuda pública lo que hasta entonces no era sino deuda privada, la deuda que los bancos españoles habían contraído con medio mundo, y muy especialmente con los bancos franceses y alemanes.
La consecuencia directa de esta decisión, que nunca deploraremos lo suficiente, fue que el estado español hubo de pedir dinero prestado a la Unión Europea, un crédito de hasta cien mil millones, de los cuales se han utilizado unos 40.000 en sanear, gratis et amore para sus accionistas, los bancos españoles.
Debemos preguntarnos por qué el gobierno Rajoy empufó al estado en varias decenas de miles de millones de euros más, cuando ya la situación previa de deuda más crisis le había llevado a decretar dolorosos recortes en la sanidad, la educación o las prestaciones sociales básicas en nombre de las tesis de Reinhart y Rogoff.
Igualmente -y esta es una cuestión sobre la que es necesario reflexionar, porque es posible que los señores del PP nos hayan tomado el pelo desde el minuto uno -, debemos preguntarnos por qué entonces, con una deuda del 69%, más empresas cotizando, una Seguridad Social con superávit y un millón y medio de parados menos demandando el subsidio del paro, la prima de riesgo española llegó hasta los quinientos y pico puntos, y sin embargo, a día de hoy, con una deuda confirmada del 98,9% del PIB -treinta puntos más que a principios de 2012-, con decenas de miles menos de empresas activas, con un millón y medio de parados más y con una Seguridad Social deficitaria, la prima de riesgo es de 240 puntos, el gobierno del PP asegura que la deuda no es un problema, porque podemos pagarla, y la economía ¡está creciendo!. ¿Pero no habíamos quedado, siguiendo a Reinhart y Rogoff, que un país con una deuda superior al 90% del PIB inexorablemente caía en la recesión? ¿No fueron las tesis de estos insignes economistas las que utilizó el gobierno de Rajoy para justificar los recortes sociales y la reforma laboral que está hundiendo a los asalariados-con-trabajo en la miseria?¿Cómo es posible que, según el señor Montoro, la economía española esté “ya” creciendo y lo vaya a hacer mucho más en adelante, si la deuda es casi del 100% del PIB?¿En qué punto dejaron de ser válidas las tesis de Reinhart y Rogoff?
Como he dicho, según el ministro de Hacienda, el señor Montoro, una deuda del 98,9% del PIB no es un problema “porque podemos pagarla”. Pero si esto es así, más fácil era para el estado español pagarla cuando sólo era del 69%, había menos parados que atender y más empresas cotizando. Entonces, ¿por qué, sin embargo, fueron inevitables los recortes y la reforma laboral? Y, a más, a más, que dirían los catalanes, ¿por qué la prima de riesgo es hoy menos de la mitad que en 2012? ¿En qué ha cambiado la situación en España para que ‘los mercados’ perciban que la deuda española ya no es tan peligrosa?
Lo que nos dicen los datos es que la situación económica del estado español es hoy mucho peor que en 2012, a pesar del discurso de salón del gobierno Rajoy. La deuda se ha disparado; el déficit, a pesar de los radicales recortes en todos los ámbitos y el aumento de impuestos, está más de tres puntos por encima del objetivo marcado para 2013; hay más parados, menos empresas; la conflictividad laboral se ha disparado por culpa de la reforma laboral lo que, sumado al incremento de los impuestos y el precio de la electricidad, está debilitando la competitividad empresarial; el crédito sigue sin fluir en absoluto, lo que paraliza a una economía ya de por sí desastrada, mientras los bancos siguen recibiendo un trato de favor: ya nos han dicho que la mayor parte del dinero que se les ha prestado no lo van a devolver, a pesar de que juraron lo contrario, y que es posible que en los próximos meses sea necesario ‘inyectarles’ otros 50.000 millones más, porque el proceso de saneamiento ha sido insuficiente. Y eso que, según los datos del Consejo Nacional de la Competencia, el dinero que el estado ha transferido a los bancos, ya sea directamente o en forma de avales, entre 2008 y 2012, asciende a más de 230.000 millones de euros…
¿Qué es lo que ha podido cambiar a mejor para que los mercados gratifiquen al gobierno con una prima de riesgo en 240 puntos?
Tal vez lo único que ha cambiado es el hecho de que el actual gobierno derechista español por fin ha aplicado a la economía española las medidas de laminación del estado del bienestar, de los derechos de los asalariados, de las pensiones, de los salarios que tanto llevaban demandando esos ‘mercados’ que, si por algo se caracterizan, es por su ideario rabiosamente neoliberal.
Por lo tanto, es probable que de aquí en adelante seamos testigos de un espectáculo sorprendente: cuanto más mísera sea la situación de los ciudadanos, mejores serán las perspectivas macroeconómicas y las valoraciones de las empresas internacionales de rating sobre la economía española, y más grandilocuente será el discurso del Partido Popular sobre la imparable evolución de la economía española. Es el signo de los tiempos. Si lo permitimos.
Hay muchas dudas, hechos curiosos y chocantes. Por ejemplo, la evolución de la deuda española y las consecuencias que de ella se están derivando.
Cuando el Partido Popular llegó al gobierno, a finales de 2011, la deuda del estado español era equivalente al 69% del PIB. Paralelamente, había varias decenas de miles más de empresas activas, que hoy han desaparecido, y había algo así como un millón y medio menos de parados. En aquel momento, la Seguridad Social todavía mantenía un apreciable superávit. El déficit presupuestario del estado era muy parecido al actual.
Siguiendo las tesis de dos economistas norteamericanos, Reinhart y Rogoff -según las cuales, cuando la deuda de un país alcanza el 90% de su PIB hace imposible el crecimiento económico y provoca recesión-, se nos dijo entonces que, dada esa situación, el nivel de deuda era inaceptable y era indispensable recortarlo radicalmente y de inmediato.
El primer suceso extraño, o cuando menos llamativo, fue que, siendo la situación la que era, una de las primeras decisiones del gobierno Rajoy fue dar los pasos jurídicos necesarios para, en nombre del saneamiento de la banca española -en una situación más que delicada por sus decisiones en relación a la burbuja inmobiliaria y la crisis de las subprime norteamericana-, convertir en deuda pública lo que hasta entonces no era sino deuda privada, la deuda que los bancos españoles habían contraído con medio mundo, y muy especialmente con los bancos franceses y alemanes.
La consecuencia directa de esta decisión, que nunca deploraremos lo suficiente, fue que el estado español hubo de pedir dinero prestado a la Unión Europea, un crédito de hasta cien mil millones, de los cuales se han utilizado unos 40.000 en sanear, gratis et amore para sus accionistas, los bancos españoles.
Debemos preguntarnos por qué el gobierno Rajoy empufó al estado en varias decenas de miles de millones de euros más, cuando ya la situación previa de deuda más crisis le había llevado a decretar dolorosos recortes en la sanidad, la educación o las prestaciones sociales básicas en nombre de las tesis de Reinhart y Rogoff.
Igualmente -y esta es una cuestión sobre la que es necesario reflexionar, porque es posible que los señores del PP nos hayan tomado el pelo desde el minuto uno -, debemos preguntarnos por qué entonces, con una deuda del 69%, más empresas cotizando, una Seguridad Social con superávit y un millón y medio de parados menos demandando el subsidio del paro, la prima de riesgo española llegó hasta los quinientos y pico puntos, y sin embargo, a día de hoy, con una deuda confirmada del 98,9% del PIB -treinta puntos más que a principios de 2012-, con decenas de miles menos de empresas activas, con un millón y medio de parados más y con una Seguridad Social deficitaria, la prima de riesgo es de 240 puntos, el gobierno del PP asegura que la deuda no es un problema, porque podemos pagarla, y la economía ¡está creciendo!. ¿Pero no habíamos quedado, siguiendo a Reinhart y Rogoff, que un país con una deuda superior al 90% del PIB inexorablemente caía en la recesión? ¿No fueron las tesis de estos insignes economistas las que utilizó el gobierno de Rajoy para justificar los recortes sociales y la reforma laboral que está hundiendo a los asalariados-con-trabajo en la miseria?¿Cómo es posible que, según el señor Montoro, la economía española esté “ya” creciendo y lo vaya a hacer mucho más en adelante, si la deuda es casi del 100% del PIB?¿En qué punto dejaron de ser válidas las tesis de Reinhart y Rogoff?
Como he dicho, según el ministro de Hacienda, el señor Montoro, una deuda del 98,9% del PIB no es un problema “porque podemos pagarla”. Pero si esto es así, más fácil era para el estado español pagarla cuando sólo era del 69%, había menos parados que atender y más empresas cotizando. Entonces, ¿por qué, sin embargo, fueron inevitables los recortes y la reforma laboral? Y, a más, a más, que dirían los catalanes, ¿por qué la prima de riesgo es hoy menos de la mitad que en 2012? ¿En qué ha cambiado la situación en España para que ‘los mercados’ perciban que la deuda española ya no es tan peligrosa?
Lo que nos dicen los datos es que la situación económica del estado español es hoy mucho peor que en 2012, a pesar del discurso de salón del gobierno Rajoy. La deuda se ha disparado; el déficit, a pesar de los radicales recortes en todos los ámbitos y el aumento de impuestos, está más de tres puntos por encima del objetivo marcado para 2013; hay más parados, menos empresas; la conflictividad laboral se ha disparado por culpa de la reforma laboral lo que, sumado al incremento de los impuestos y el precio de la electricidad, está debilitando la competitividad empresarial; el crédito sigue sin fluir en absoluto, lo que paraliza a una economía ya de por sí desastrada, mientras los bancos siguen recibiendo un trato de favor: ya nos han dicho que la mayor parte del dinero que se les ha prestado no lo van a devolver, a pesar de que juraron lo contrario, y que es posible que en los próximos meses sea necesario ‘inyectarles’ otros 50.000 millones más, porque el proceso de saneamiento ha sido insuficiente. Y eso que, según los datos del Consejo Nacional de la Competencia, el dinero que el estado ha transferido a los bancos, ya sea directamente o en forma de avales, entre 2008 y 2012, asciende a más de 230.000 millones de euros…
¿Qué es lo que ha podido cambiar a mejor para que los mercados gratifiquen al gobierno con una prima de riesgo en 240 puntos?
Tal vez lo único que ha cambiado es el hecho de que el actual gobierno derechista español por fin ha aplicado a la economía española las medidas de laminación del estado del bienestar, de los derechos de los asalariados, de las pensiones, de los salarios que tanto llevaban demandando esos ‘mercados’ que, si por algo se caracterizan, es por su ideario rabiosamente neoliberal.
Por lo tanto, es probable que de aquí en adelante seamos testigos de un espectáculo sorprendente: cuanto más mísera sea la situación de los ciudadanos, mejores serán las perspectivas macroeconómicas y las valoraciones de las empresas internacionales de rating sobre la economía española, y más grandilocuente será el discurso del Partido Popular sobre la imparable evolución de la economía española. Es el signo de los tiempos. Si lo permitimos.