16 noviembre, 2006

EL NACIONALISTA TOLERANTE

Han pasado diez años desde que murió mi padre, José Aumente Baena , y se echa de menos una pluma tan certera y clarividente. En estos últimos años mi interés por los asuntos de la política ha ido en aumento y a la vez el desconcierto se ha ido instalando en mi espíritu, porque de cualquier noticia u opinión siempre se hacen lecturas contrapuestas, y cuesta creer que los responsables de dichas aseveraciones -- que las defienden como verdades absolutas-- sean capaces de mentir tan despiadadamente, planteando acusaciones tremendas a los del bando contrario. Por ejemplo, ¿quién dice la verdad en el asunto del 11-M?, ¿qué intereses ocultos se mueven en torno a este trágico atentado? Mi padre tenía la capacidad de análisis suficiente para desentrañar lo importante, la esencia de las cuestiones, y desechar lo superfluo, lo que empaña o contamina cualquier hecho o circunstancia, por eso no soportaba las campañas de imagen y los planteamientos electoralistas, y también por eso su opinión era respetada, cuando no asumida como auténtica o verdadera. Muchas veces nos hemos preguntado en casa: "¿Qué pensaría papá de todo esto?". Seguramente su parecer sobre ese y otros asuntos --negociación con la banda terrorista ETA, el estatuto catalán...-- contribuiría a aclarar algo la situación política actual y sería tenido muy en cuenta.
Pero hay un aspecto de la personalidad de mi padre que se echa aún más de menos --si se me permite la expresión-- en este mundo de intereses egoístas en que nos movemos, y es la tolerancia. A pesar de ser considerado el ideólogo del nacionalismo andaluz, él no vivió el andalucismo como una postura excluyente, de intentar trepar por encima de las otras comunidades autónomas, para ver si la nuestra sacaba mayor tajada , o de luchar por la separación total de Andalucía del resto de España. Anhelaba, eso sí, conseguir para la región andaluza los mismos privilegios de los que disfrutaban otras regiones, pero su visión de la realidad era mucho más amplia y ambiciosa. Hablaba y sobre todo escuchaba a todo el mundo, sea cual fuera su ideología, e intentaba buscar en sus argumentos parte de la verdad, pero no soportaba la demagogia, el engaño y la deslealtad. Sus inquietudes filosóficas y la búsqueda de un sentido a nuestra existencia, le llevaron incluso a interesarse por las teorías científicas que explican el origen del universo, o por la física de partículas --neutrinos, quarks...--. Nada más lejos que ese mirarse el ombligo que centra las actitudes de los separatistas vascos y catalanes. Por eso mismo no le interesaban los símbolos nacionalistas (?) --bandera, escudo, himno, Blas Infante , río Guadalquivir, flamenco, habla andaluza...-- que intentaban airear los mediocres como esencia del nacionalismo andaluz. Era perfectamente consciente de que toda esa parafernalia fetichista era caldo de cultivo para la manipulación, y ocultaba el verdadero meollo del problema: el retraso de la región andaluza con respecto al resto de España.
Esa actitud tolerante le permitió tener amigos de todas las ideologías y partidos políticos, y elaborar un discurso sensato y auténtico, libre de cualquier interés partidista y alejado de las estridencias que a menudo salpican las intervenciones de los políticos. Desde mi punto de vista, esa manera de afrontar el nacionalismo es mucho más inteligente y madura que las posturas excluyentes de los nacionalistas vascos y catalanes. Esas regiones estarán más avanzadas que la nuestra desde un punto de vista económico, o en el sector servicios, pero a nivel político creo que Andalucía --al igual que el resto de las otras comunidades autónomas-- las supera con creces. Porque la mayor parte de los ciudadanos vascos o catalanes --o al menos los de la clase política-- mantienen en este aspecto una actitud retrógrada y aldeana, obcecados en separarse a toda costa del resto de España; y la sociedad en general vive en un ambiente crispado, cuando no claramente violento. A menudo se ha dicho que estos políticos nacionalistas deberían dejar de lado sus mezquindades provincianas y abrir los ojos al mundo que les rodea; y a lo mejor alejaban de sus cabezas los fantasmas que continuamente atenazan su espíritu.
Para descubrir a este José Aumente Baena, íntegro y tolerante, y conocer su opinión en aquellos temas que ocuparon su pensamiento --filosofía, religión, política, andalucismo-- les recomiendo que lean las Obras completas que está editando la Diputación de Córdoba (AHHH amigo).
Por último, como es evidente, habría que señalar que hay otra faceta no menos importante de la vida de José Aumente, la del marido y padre, que ha dejado una huella imborrable en la conciencia de sus familiares más próximos. Ese recuerdo lo guardamos en lo más profundo de nuestra alma, y sigue determinando muchos de nuestros comportamientos cotidianos. No creo que sea de interés al público en general.
Autor: José Aumente- hijo.
Fuente: Diario Córdoba . 16 noviembre 06.
Comentario: este tipo de opinión, respetando la memoria a la que evoca su autor, es la que produce la des- concienciación andaluza en nombre propio. Lo subrayado es una "Guía de errores para imperplejos". Tras subrayar, me he dado cuenta que el opinante ha leído muchas etiquetas de champús.