"Sociofobia" de César Rendueles.
El cambio político en la era de la utopía digital.
En Nodo50 a lo largo de los últimos años nos
hemos hecho eco de las ideas y escritos de César Rendueles. "Sociofobia"
es su primer libro, donde recupera sus certeras críticas al fetichismo
digital así como algunas ideas rescatadas de su tesis doctoral, "Los
límites de las ciencias sociales una defensa del eclecticismo
metodológico de Karl Marx". En "Sociofobia" además Rendueles expone
nuevos planteamientos relacionados con la ética de los cuidados y su
relación con un cambio político post-heroico. La presentación del libro
será el sábado
28 de septiembre a las 19.30h en Tipos Infames c/ San Joaquín 3, 28004
Madrid.
De Margaret Thatcher a Facebook
“Aíslame, Fermín” decía Edgardo en la divertida e inquietante obra de teatro de Jardiel Poncela Eloísa está dejabo de un almendro. En Eloísa el personaje de Edgardo pasa más de veinte años en la cama, simulando viajes en tren a lugares como San Sebastián, gracias a un ingenioso sistema de realidad virtual, montado a base de diapositivas y un criado tocando la campana anunciando la llegada a una nueva estación. La obra de Jardiel Poncela nos recuerda que la necesidad de aislarnos y de buscar sucedáneos de la realidad son muy anteriores a internet y las redes sociales. En Sociofobia César Rendueles analiza con precisión quirúrgica y estilo a veces algo complejo los problemas que aquejan a la sociedad moderna. Margaret Thatcher planteaba en los 80 que “no hay tal cosa como la sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias”. Ahora en pleno siglo XXI vivimos tiempos de una sociabilidad mediada por todo tipo de nuevos dispositivos electrónicos, de smartsphones a tablets, volcando diversos aspectos de nuestras vidas en ese panóptico voluntario y viertual que son la redes sociales. Rendueles nada contracorriente, por ejemplo planteado que el 15M prosperó y se extendió a pesar de la hiperconectividad activista. Plantea también que internet ha generado una realidad social disminuida, no aumentada, un anatema total en tiempos de celebración del ciberactivismo, el periodismo ciudadano, wikiconstituciones, partidos políticos 2.0. y donde la obtención de un trending topic en Twitter se celebra como una importante victoria política.
Para el autor vivimos la era del ciberfetichismo, que define como la ficción de que las tecnologías de la comunicación y los conocimientos asociados tienen un sentido neutro al margen de su contexto social, institucional o político. Así las cosas, el ciberfetichismo y la sociofobia serían “las fases terminales de una profunda degeneración en la forma de entender la sociabilidad que afecta decisivamente a nuestra comprensión de la política” (página 176). En las páginas de Sociofobia se plantea la necesidad imperiosa de asumir el fracaso de la utopía de libre mercado y las ideas neoliberales. Las terribles consecuencias de los dogmas de la utopía neoliberal son crisis especulativas cada vez más destructivas y virulentas. Rendueles revindica la lucidez de creadores como Pasolini, pionero en denunciar los efectos destructivos del consumismo en nuestras sociedades. Uno de los aspectos más destacables de Sociofobia es la apuesta por un activismo y cambio político postheroíco. Según Rendueles “los anticapitalistas entendieron que, en realidad, los grandes dramas de nuestra era […] son cuestiones sencillas de resolver con unos pequeños ajustes: apenas un cambio en la propiedad de los medios de producción y algo de ilustración” (página 31). En esa línea argumental alejada de la revindiación del martirologio en la izquierda, Rendueles recupera una conversación con Carlos Fernández-Lliria donde el filósofo le planteaba que las ideas socialistas son “para personas que necesitan unas vacaciones del mercado laboral, el consumo, la publicidad e incluso el ocio” (página 152).
No podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás, por lo que Rendueles revindica una ética del cuidado como la ideología y la práctica que deben guiar nuestra acción colectiva para conseguir un tipo de relaciones antagónicas a las del capitalismo, es decir alejadas del individualismo y la desigualdad material. De manera consciente o inconsciente Sociofobia se complemente casi a la perfección con uno de los best-sellers más inesperados de los últimos tiempos, En deuda de David Graeber, que es otro lúcido análisis de las funestas concecuencias del fundamentalismo de mercado. Pero donde Graeber idealiza de alguna manera el “comunismo cotidiano” de nuestras relaciones más proximas (familiares, afectivas) Rendueles finaliza Sociofobia alertando sobre la complejidad de las relaciones comunes “que ni hoy ni nunca alcanzaremos a entender plenamente”.
César Rendueles: “Hay una gran cantidad de sociabilidad en Internet, pero resulta inservible para los cuidados”
[...] -Hay una crítica que se repite con frecuencia en el libro, y es que el ciberfetichismo oculta y legitima los vicios del capitalismo dándole una pátina de modernidad progresista. ¿No hay una izquierda en la Red? ¿No puede haberla por principio? De nuevo parece que la herramienta se come el concepto.
Sí, claro que hay una izquierda en la red. Hay medios de comunicación alternativos, iniciativas educativas, repositorios valiosísimos, espacios de comunicación, herramientas de gestión, instrumentos de agitación… Pero también hay amplios espacios supuestamente ecuménicos que trasladan a las relaciones sociales una lógica propia del consumismo. Lo que planteo es que la frontera entre unas iniciativas y otras no siempre está clara. Mi posición no es que la izquierda deba desentenderse de la red. Más bien al contrario. Pienso que sólo las políticas de izquierdas pueden permitirnos sacar de las tecnologías de la comunicación todos sus beneficios potenciales.
-Dices que “en el caso de la mayor parte de los países occidentales, la sostenibilidad ya equivale a decrecimiento”. En otra época pero con una cuestión de fondo similar, Malthus se equivocó en un vaticinio parecido. No estamos en un escenario estático, sino todo lo contrario, en el que la ciencia y la conciencia medioambiental, pueden ir resolviendo cierto tipo de problemas. ¿No es una visión reaccionaria el decrecimiento?
Malthus propuso una hipótesis especulativa a partir del diferente comportamiento de la población y los recursos alimentarios. Yo diría que eso es exactamente lo que hacen hoy quienes especulan con la posibilidad de que en el futuro la ciencia llegue al rescate para permitirnos seguir usando chismes de dos toneladas para transportar setenta kilos de casa al trabajo o disfrutar del sublime placer de comer hamburguesas con sabor a plastilina. Al día de hoy, el actual ritmo de consumo de Estados Unidos es materialmente imposible de globalizar. Harían falta cinco mundos para vivir como en la tierra del hombre libre. Eso significa que hay una manifiesta desigualdad ecológica internacional basada en criterios de poder político y económico. Lo que quiero decir es que no me interesa la perspectiva decrecionista por sus dimensiones conservacionistas sino por razones políticas relacionadas con la justicia social.
Reseña en Los futuros del libro
El reciente y extraordinario libro de César Rendueles, Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital, nos recuerda que el ciberfetichismo, que la analogía de la red como el nuevo sistema operativo de nuestra sociedad, es una ideología sospechosamente parecida a la del ultraliberalismo californiano: seres humanos aislados, fragmentados en personalidades y ocupaciones inconexas, que obedecen solamente a su propia volición, que se conectan esporádicamente para satisfacerla, que practican un simulacro de sociabilidad mediante adhesiones banales (me gusta, no me gusta) o mediante encuentros lúdicos y circunstanciales, que son políticamente inocuos cuando no meramente reaccionarios. “Nos pensamos”, dice Rendueles, “como racimos de preferencias, ocasionales pero intensas, a la deriva por los circuitos reticulares de la globalización postmoderna. Somos fragmentos de identidad personal que colisionan con otros en las redes sociales digitales y analógicas. El precio a pagar es la destrucción de cualquier proyecto que requiera una noción fuerte de compromiso [...] Internet genera una ilusión de intersubjetividad que, sin embargo, no llega a comprometernos con normas, personas y valores”. Habrá quien se eche las manos a la cabeza por profanar los mantras de la postmodernidad digital, pero quienes llevamos tiempo buscando datos que avalen nuestras opiniones, sabemos que tiene gran parte de razón, que la red no favorece de manera automática una cooperación sostenida, ni un sentido de comunidad profundo, ni un proyecto compartido. Deben concurrir otros elementos para que eso sea posible. “Los ciberfetichistas”, escribe Rendueles, en una prosa tan rica como su manera de enunciar los problemas, “no necesitan libertad conjunta -es decir, en común-, sólo simultánea -es decir, a la vez-. Internet suministra un sustituto epidérmico de la emancipación mediatne dosis sucesivas de independencia y conectividad. Las metáforas sociales de las redes digitales distribuidas hacen que las intervenciones políticas consensuadas parezcan toscas, lentas y aburridas frente al dinamismo espontáneo y orgánico de la red”.
Leo el magnífico libro de César Rendueles, al mismo tiempo, como una advertencia y una exigencia, también como una exhortación: no es tanto que las redes no puedan ayudarnos en ese proyecto de emancipación colectiva como que la manera acrítica en que la usamos nos conduce a su extremo opuesto, a la desintegracion y el fraccionamiento, a la celebración individual de una sociedad centrada en el consumo y en la satisfacción de deseos más o menos fútiles, donde los lazos comunitarios se han desintegrado. Si ese es el cemento de la sociedad contemporánea, deberemos inventar un nuevo adherente, porque la metáfora de la red es una coartada muchas veces para no indagar con la suficiente seriedad en los mecanismos de la acción colectiva, para practicar una suerte de fetichismo onanista. Hay todavía demasiados pocos trabajos que contrasten los lugares comunes de la utopía digital -comunidad, cooperación, acción colectiva, inteligencia cooperativa- con datos reales sobre el uso de las redes (e incluyo en esto el último trabajo de Manuel Castells, Redes de indignación y esperanza, más una proyección de la voluntad que un ejercicio científico). Leer a Rendueles me sirve para sospechar de las adhesiones fáciles a los mantras digitales y para practicar una sociología más atenta y vigilante.
Fuente : Espejismos digitales
“Aíslame, Fermín” decía Edgardo en la divertida e inquietante obra de teatro de Jardiel Poncela Eloísa está dejabo de un almendro. En Eloísa el personaje de Edgardo pasa más de veinte años en la cama, simulando viajes en tren a lugares como San Sebastián, gracias a un ingenioso sistema de realidad virtual, montado a base de diapositivas y un criado tocando la campana anunciando la llegada a una nueva estación. La obra de Jardiel Poncela nos recuerda que la necesidad de aislarnos y de buscar sucedáneos de la realidad son muy anteriores a internet y las redes sociales. En Sociofobia César Rendueles analiza con precisión quirúrgica y estilo a veces algo complejo los problemas que aquejan a la sociedad moderna. Margaret Thatcher planteaba en los 80 que “no hay tal cosa como la sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias”. Ahora en pleno siglo XXI vivimos tiempos de una sociabilidad mediada por todo tipo de nuevos dispositivos electrónicos, de smartsphones a tablets, volcando diversos aspectos de nuestras vidas en ese panóptico voluntario y viertual que son la redes sociales. Rendueles nada contracorriente, por ejemplo planteado que el 15M prosperó y se extendió a pesar de la hiperconectividad activista. Plantea también que internet ha generado una realidad social disminuida, no aumentada, un anatema total en tiempos de celebración del ciberactivismo, el periodismo ciudadano, wikiconstituciones, partidos políticos 2.0. y donde la obtención de un trending topic en Twitter se celebra como una importante victoria política.
Para el autor vivimos la era del ciberfetichismo, que define como la ficción de que las tecnologías de la comunicación y los conocimientos asociados tienen un sentido neutro al margen de su contexto social, institucional o político. Así las cosas, el ciberfetichismo y la sociofobia serían “las fases terminales de una profunda degeneración en la forma de entender la sociabilidad que afecta decisivamente a nuestra comprensión de la política” (página 176). En las páginas de Sociofobia se plantea la necesidad imperiosa de asumir el fracaso de la utopía de libre mercado y las ideas neoliberales. Las terribles consecuencias de los dogmas de la utopía neoliberal son crisis especulativas cada vez más destructivas y virulentas. Rendueles revindica la lucidez de creadores como Pasolini, pionero en denunciar los efectos destructivos del consumismo en nuestras sociedades. Uno de los aspectos más destacables de Sociofobia es la apuesta por un activismo y cambio político postheroíco. Según Rendueles “los anticapitalistas entendieron que, en realidad, los grandes dramas de nuestra era […] son cuestiones sencillas de resolver con unos pequeños ajustes: apenas un cambio en la propiedad de los medios de producción y algo de ilustración” (página 31). En esa línea argumental alejada de la revindiación del martirologio en la izquierda, Rendueles recupera una conversación con Carlos Fernández-Lliria donde el filósofo le planteaba que las ideas socialistas son “para personas que necesitan unas vacaciones del mercado laboral, el consumo, la publicidad e incluso el ocio” (página 152).
No podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás, por lo que Rendueles revindica una ética del cuidado como la ideología y la práctica que deben guiar nuestra acción colectiva para conseguir un tipo de relaciones antagónicas a las del capitalismo, es decir alejadas del individualismo y la desigualdad material. De manera consciente o inconsciente Sociofobia se complemente casi a la perfección con uno de los best-sellers más inesperados de los últimos tiempos, En deuda de David Graeber, que es otro lúcido análisis de las funestas concecuencias del fundamentalismo de mercado. Pero donde Graeber idealiza de alguna manera el “comunismo cotidiano” de nuestras relaciones más proximas (familiares, afectivas) Rendueles finaliza Sociofobia alertando sobre la complejidad de las relaciones comunes “que ni hoy ni nunca alcanzaremos a entender plenamente”.
César Rendueles: “Hay una gran cantidad de sociabilidad en Internet, pero resulta inservible para los cuidados”
[...] -Hay una crítica que se repite con frecuencia en el libro, y es que el ciberfetichismo oculta y legitima los vicios del capitalismo dándole una pátina de modernidad progresista. ¿No hay una izquierda en la Red? ¿No puede haberla por principio? De nuevo parece que la herramienta se come el concepto.
Sí, claro que hay una izquierda en la red. Hay medios de comunicación alternativos, iniciativas educativas, repositorios valiosísimos, espacios de comunicación, herramientas de gestión, instrumentos de agitación… Pero también hay amplios espacios supuestamente ecuménicos que trasladan a las relaciones sociales una lógica propia del consumismo. Lo que planteo es que la frontera entre unas iniciativas y otras no siempre está clara. Mi posición no es que la izquierda deba desentenderse de la red. Más bien al contrario. Pienso que sólo las políticas de izquierdas pueden permitirnos sacar de las tecnologías de la comunicación todos sus beneficios potenciales.
-Dices que “en el caso de la mayor parte de los países occidentales, la sostenibilidad ya equivale a decrecimiento”. En otra época pero con una cuestión de fondo similar, Malthus se equivocó en un vaticinio parecido. No estamos en un escenario estático, sino todo lo contrario, en el que la ciencia y la conciencia medioambiental, pueden ir resolviendo cierto tipo de problemas. ¿No es una visión reaccionaria el decrecimiento?
Malthus propuso una hipótesis especulativa a partir del diferente comportamiento de la población y los recursos alimentarios. Yo diría que eso es exactamente lo que hacen hoy quienes especulan con la posibilidad de que en el futuro la ciencia llegue al rescate para permitirnos seguir usando chismes de dos toneladas para transportar setenta kilos de casa al trabajo o disfrutar del sublime placer de comer hamburguesas con sabor a plastilina. Al día de hoy, el actual ritmo de consumo de Estados Unidos es materialmente imposible de globalizar. Harían falta cinco mundos para vivir como en la tierra del hombre libre. Eso significa que hay una manifiesta desigualdad ecológica internacional basada en criterios de poder político y económico. Lo que quiero decir es que no me interesa la perspectiva decrecionista por sus dimensiones conservacionistas sino por razones políticas relacionadas con la justicia social.
Reseña en Los futuros del libro
El reciente y extraordinario libro de César Rendueles, Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital, nos recuerda que el ciberfetichismo, que la analogía de la red como el nuevo sistema operativo de nuestra sociedad, es una ideología sospechosamente parecida a la del ultraliberalismo californiano: seres humanos aislados, fragmentados en personalidades y ocupaciones inconexas, que obedecen solamente a su propia volición, que se conectan esporádicamente para satisfacerla, que practican un simulacro de sociabilidad mediante adhesiones banales (me gusta, no me gusta) o mediante encuentros lúdicos y circunstanciales, que son políticamente inocuos cuando no meramente reaccionarios. “Nos pensamos”, dice Rendueles, “como racimos de preferencias, ocasionales pero intensas, a la deriva por los circuitos reticulares de la globalización postmoderna. Somos fragmentos de identidad personal que colisionan con otros en las redes sociales digitales y analógicas. El precio a pagar es la destrucción de cualquier proyecto que requiera una noción fuerte de compromiso [...] Internet genera una ilusión de intersubjetividad que, sin embargo, no llega a comprometernos con normas, personas y valores”. Habrá quien se eche las manos a la cabeza por profanar los mantras de la postmodernidad digital, pero quienes llevamos tiempo buscando datos que avalen nuestras opiniones, sabemos que tiene gran parte de razón, que la red no favorece de manera automática una cooperación sostenida, ni un sentido de comunidad profundo, ni un proyecto compartido. Deben concurrir otros elementos para que eso sea posible. “Los ciberfetichistas”, escribe Rendueles, en una prosa tan rica como su manera de enunciar los problemas, “no necesitan libertad conjunta -es decir, en común-, sólo simultánea -es decir, a la vez-. Internet suministra un sustituto epidérmico de la emancipación mediatne dosis sucesivas de independencia y conectividad. Las metáforas sociales de las redes digitales distribuidas hacen que las intervenciones políticas consensuadas parezcan toscas, lentas y aburridas frente al dinamismo espontáneo y orgánico de la red”.
Leo el magnífico libro de César Rendueles, al mismo tiempo, como una advertencia y una exigencia, también como una exhortación: no es tanto que las redes no puedan ayudarnos en ese proyecto de emancipación colectiva como que la manera acrítica en que la usamos nos conduce a su extremo opuesto, a la desintegracion y el fraccionamiento, a la celebración individual de una sociedad centrada en el consumo y en la satisfacción de deseos más o menos fútiles, donde los lazos comunitarios se han desintegrado. Si ese es el cemento de la sociedad contemporánea, deberemos inventar un nuevo adherente, porque la metáfora de la red es una coartada muchas veces para no indagar con la suficiente seriedad en los mecanismos de la acción colectiva, para practicar una suerte de fetichismo onanista. Hay todavía demasiados pocos trabajos que contrasten los lugares comunes de la utopía digital -comunidad, cooperación, acción colectiva, inteligencia cooperativa- con datos reales sobre el uso de las redes (e incluyo en esto el último trabajo de Manuel Castells, Redes de indignación y esperanza, más una proyección de la voluntad que un ejercicio científico). Leer a Rendueles me sirve para sospechar de las adhesiones fáciles a los mantras digitales y para practicar una sociología más atenta y vigilante.
Fuente : Espejismos digitales