Están los progres detrás, pero es otra de las iniciativas del lema "... PARA LO QUE HAY".
Sería deseable que el papel de Pablo Iglesias se restringiera a ser portavoz de quienes construyen un proyecto, con la función primera de conectarlo con una amplia mayoría social
Sería deseable que el papel de Pablo Iglesias se restringiera a ser portavoz de quienes construyen un proyecto, con la función primera de conectarlo con una amplia mayoría social
Tras una semana caótica, donde la estrategia de lanzamiento de Podemos
saltó por los aires y parecía que cada cual iba a intervenir fruto de
los nervios diciendo una cosa y la contraria, el viernes, en el Teatro
de Barrio de Madrid, se escuchó un discurso único y coherente. Hoy la
noticia está en que se lograron los 50.000 apoyos solicitados en apenas
día y medio.
Algunos firmantes del manifiesto, como Santiago Alba Rico y Raimundo Viejo, habían mostrado sus líneas rojas a lo largo de la semana. El contrapeso que Izquierda Anticapitalista
(IA) puede hacer para que Podemos no se salga del discurso clásico de
la izquierda parece que se tendrá en cuenta. No se escuchó una sola
mención al patriotismo en la sala. A la vez, el respeto y la mano
tendida a otras formaciones, principalmente a Izquierda Unida, también
se retomó con elegancia el viernes. Todo ello pese a los recelos
históricos de parte de IA y alguna salida de tono durante la semana en
Twitter.
Así, en una presentación coral, sin grandes
sorpresas ni apoyos de última hora, pero con un teatro abarrotado y
decenas de personas aguardando en la calle, el protagonista esta vez fue
el "método democrático". Un concepto de raíces puritanas, utilizado por
Joseph Schumpeter precisamente para lo contrario, para elitizar la política, se escuchó el otro día como llave participativa.
El programa de Podemos surgirá en un primer momento de la colaboración a
través de Internet. Es cierto que esto no es original, ni mucho menos
garantía democrática per se. Lo que suena mejor es que se
organizarán comités de apoyo en los pueblos y barrios del país a partir
de las conexiones virtuales realizadas. Si se logran transformar las
firmas digitales en algo tangible, hay una oportunidad de crear
asambleas con poder decisorio sobre el programa, sobre el rumbo general
del proyecto.
Dado el escepticismo que un líder
mediático y una operación poco transparente ha despertado en el entorno
post 15M, una cuestión por resolver será cómo convivirán estas posibles
asambleas con otras iniciativas ya en marcha.
Eso sí,
Podemos cuenta con un argumento muy popular que se repitió con
insistencia en el Teatro de Barrio: aquí votarán todos. Como bien ha expuesto Alberto Garzón,
las primarias abiertas no garantizan que un proceso sea más democrático
ni más justo. Lo que está claro es que sin echar abajo la ley de hierro oligárquica que atenaza los partidos –apuesta del propio Garzón–, las listas seguirán siendo cocinadas. Y ante eso no hay color.
Más aún, el modelo de partido que se demanda es otro. Con afiliaciones bajas y en descenso
dentro de los partidos de izquierda, la dependencia económica del
aparato respecto a sus afiliados resulta mínima. De ahí las libertades
que a menudo se toman las cúpulas. Eso ya no debería ser posible, y
menos desde la izquierda. Más aún en un tiempo de alta indignación
política en el que deberían explorarse nuevas fórmulas de compromiso
cívico.
Pero vayamos concretando las dudas sobre Podemos.
La primera reside en el liderazgo. Soy de la opinión de que fiarse en
política de una sola persona es una temeridad. De ahí que lo más
prudente, además de democrático, sea apostar por el reparto del poder.
Otro asunto clásico que me preocupa tiene que ver con las relaciones de narcisismo que se pueden establecer entre un líder y sus seguidores.
Sería pues deseable que el papel de Pablo Iglesias se restringiera a
ser portavoz de quienes construyen un proyecto, con la función primera
de conectarlo con una amplia mayoría social. Y es que las diferencias
entre el rol de líder y el de portavoz son enormes. Un líder es capaz de
cambiarte el programa en un calentón televisivo; un portavoz no. Aquí
aparece la cuestión de cómo explorará Podemos mecanismos como la
rotación, la rendición periódica de cuentas y la posibilidad permanente
de revocación.
La segunda duda reside en la
voluntad y la capacidad real de promover la participación prometida
para, ahí es nada, construir un programa de transformación política
radical desde la izquierda.
El lanzamiento no fue un
ejemplo de participación. Y el ambiente el viernes en Lavapiés era de
improvisación. Hay ideas, ganas de hacerlo bien, se están desarrollando
herramientas, pero todo está por hacer. La dirección de orquesta no ha
recaído en gente salida del 15M, sino que procede de esa Élite al Revés
de la izquierda que Alba Rico describía en su artículo. Con las fortalezas y debilidades que conlleva.
Partir del respeto a los derechos humanos es avanzar mucho, al menos
tal y como estamos hoy; pero no suficiente. Saber combinar la apertura
social de la iniciativa con unos contenidos de profunda ruptura
económica y democrática, más allá también de lo que apunta el manifiesto, será otro de los retos por dilucidar. Y darle la necesaria dimensión europea, otro más.
La tercera y última duda reside en un aspecto mediático del proceso
recién iniciado. Llevamos décadas quejándonos del alineamiento de los
periódicos tradicionales con los partidos, de los enjuagues que ello
provoca. Cuando esto sucede, la información corre el riesgo de
convertirse en propaganda. Peor aún, si le das poder, hay medios
dispuestos a marcarte temas y tiempos, como ya ha pasado. Recordemos así
que esta iniciativa busca implicar a la gente desde abajo: tal como
habrá independencia de los bancos también debería haberla respecto a los
medios.
Finalmente, la expectativa.
Podemos va a lograr muchos apoyos; ya lo está haciendo. El espacio en
disputa que será va a depender estas primeras semanas de la relación
entre anticapitalistas y tuerkos.
En esa labor algunas figuras unificadoras se revelan clave, pero pronto
han de ser personalidades de peso y nuevos rostros quienes presionen la
iniciativa hacia abajo, hasta que sea un verdadero instrumento de la
gente implicada.
Izquierda Unida debe saber que los
apoyos se van a multiplicar por cada aparición televisiva que haga
Pablo Iglesias, por cada acto, por cada tendencia en Twitter que se
logre. Más aún si todo un referente como Julio Anguita califica la idea
de "excelente" –ya hay voces que reclaman el papel mediador del Frente Cívic o–.
En este escenario, puede que los dirigentes de Izquierda Unida acepten
el envite. Saben que la formación no puede seguir permanentemente
enrocada en su nomenklatura. Es hora de abrir ventanas a una
candidatura unitaria, plural y común con más formaciones, lo que puede
suponer el germen de un frente de izquierdas. Es hora de que dejen paso a
lo mejor de su propia gente, tan valorada por todos. En realidad, el
desbordamiento popular de esta iniciativa podría ayudar a acabar con
aquello que lastra a IU a ojos de tantos.
Si
consiguen algo de todo esto, el paso de Pablo Iglesias habrá merecido la
pena. Eso sí, desde Podemos dicen que no van a detenerse en mayo.
Preparar desde ya una posible unión también para las municipales puede
ser otro acicate.
Esperemos por tanto que este proyecto no acabe en orgullosas divisiones ni mero ilusionismo. La crisis es tan amplia, profunda y urgente que necesitamos altura de miras por parte de todos.
Escuchar de igual a igual a otras formaciones cercanas, aprender del
buen hacer de los movimientos sociales, bajar a las asambleas de base,
reconocer que IU sigue siendo imprescindible, apoyar un proceso
constituyente o permanecer muy atentos a la Carta por la democracia
que se lanzará en unas semanas, son algunas de las tareas ineludibles
para cualquiera que quiera fraguar la unidad para las izquierdas.
Si esto se logra articular desde la centralidad de las decisiones
tomadas desde abajo, respaldados por una amplia participación popular,
realmente podemos estar ante el primer paso para, al fin, ganar. Y más
importante todavía: para hacerlo bien.