21 enero, 2014

EL PONCHO Y LA FLAUTA, POR MANUEL BOHÓRQUEZ

La fotografía está dedicada y pertenece a un autor de este blog, pero Manuel ha hecho un artículo magnífico. Divinos plagios.

El poncho y la flauta de Pepe Suero

Que la política es un juego sucio de compadres ya lo dijo don Pío Baroja hace muchas décadas. Hoy no sé lo que diría, porque dan ganas de vomitar en el retrete. Más que un juego sucio de compadres, la política es hoy una mafia de amiguetes, un negocio como otro cualquiera en el que unos cerdos engordan aprovechándose del trabajo de la mayoría de los ciudadanos. Si aún creo algo en la política de base es por la gran cantidad de hombres y mujeres que siguen trabajando con verdadera vocación de servicio al ciudadano. Personas que incluso no cobran estipendio alguno, que luchan en los pueblos y en los barrios pobres de las grandes ciudades y que ahora tienen que morderse la lengua cuando a la hora de hablar del desprestigio de la política los metemos a todos en el mismo saco. No es justo, porque el juego sucio de compadres no tiene casi nada que ver con ellos, sino con quienes dirigen los partidos, que están casi todos podridos. En lo que se refiere a Andalucía, no acabo de explicarme que el Partido Socialista tenga aún más de cuarenta mil afiliados, a pesar de lo de los ERE flatulentos, por lo que apesta este asunto. ¿No son cómplices de todo lo que está pasando, al financiar el partido con sus cuotas?  Y qué decir de quienes les continúan votando en las urnas, de quienes les siguen dando licencia para mangar y para tener a Andalucía a la cola de casi todo. Tampoco entiendo esta especie de extraño síndrome de Estocolmo, a esas pobres ovejas que abrazan al lobo de la derecha  aun a sabiendas de que acabarán siendo víctimas de sus afilados colmillos. Aunque jamás he militado en ningún partido, cuando abandoné el pueblo y me afinqué en Sevilla, primero en Su Eminencia y luego en Padre Pío, contacté con militantes del ya desaparecido Partido de los Trabajadores de Andalucía (PTA) para meter el hombro en la lucha que llevaban a cabo para cambiar la realidad de entonces, recién muerto el dictador. En Padre Pío vivíamos como las ratas, con las calles sin asfaltar, sin ni siquiera alcantarillado. Para ir al cine los domingos, al de Rochelambert, tenía que salir de casa con una botas de pocero y cambiarme de zapatos en casa de un familiar. A la vuelta del cine, otra vez las botas de pocero y a volver a enterrarme en barro hasta las orejas para entrar en el barrio, sin iluminación en las calles. Cuando llegaba a casa, los pantalones vaqueros acampanados pesaban un quintal.
Suero 1

No entendía nada de política, pero Antonio el Menda, un alicatador de Marchena que murió joven -el mejor político que he conocido en mi vida-, me dejó algunos libros, como, por ejemplo, Los vecinos en la calle, de Tomás R. Villasante, y La Madre, de Máximo Gorki. Y me regaló un disco del cantautor Pepe Suero, Andalucía, la que divierte, que se nos ha ido estos días, con el que tuve tanta amistad que hasta llegó a comer en mi casa. Estaba un día en un bar del barrio, con su poncho, su bolso negro de piel y su flauta y me pidió que le diera un bocadillo. Mi madre le preparó uno de caballa y se lo zampó con dos medianas de Cruzcampo. En agradecimiento, el mejor cantautor que ha tenido Andalucía en toda su historia me dio todo un concierto de flauta y cante en mi propia casa. Nunca algo de tan escaso valor económico fue recompensado con una joya tan valiosa desde el punto de vista espiritual. La muerte de Pepe Suero me ha hecho recordar aquellos años en los que llegué a creer en la política y en los políticos andaluces. Sus conciertos en las veladas de los barrios y el trabajo de políticos modestos como El Menda o José Luis Molano crearon mi conciencia política. He recordado cómo cuando cortábamos el tráfico en la Carretera de Su Eminencia para exigir asfalto en las calles y colegio para los niños aparecíamos siempre en un periódico conservador de la ciudad como meros delincuentes aficionados a quemar viejos neumáticos. También he recordado a un vasco que venía a darnos lecciones de cómo luchar en la calle para conseguir derechos y justicia, que se tuvo que ir a su tierra después de que en la Gavidia le metieran la cabeza en una bolsa de carne podrida y los pies en cáustica para que confesara que fue él quien mató a Manolete, quien como todos sabemos murió como consecuencia de una bomba lapa. Todo ha sido un puro desengaño en la Andalucía de Pepe Suero. La que divierte. Grabado a fuego lleva un puñal, de yunques viejos, que la dirigen y la enseñaron solo a rezar. El hombre que cantaba esta desgarradora canción, que para mí ha sido, es y será siempre el verdadero himno andaluz, se nos ha ido con una Medalla de Andalucía que hubo que limosnear. Aquel hombre sencillo de Lora del Río que vivía en el Cerro del Águila y que hizo más por Andalucía que toda esta panda de mangantes juntos, se ha ido y lo habrá hecho avergonzado por tanta corrupción. Nos deja una pequeña pero fundamental obra. Es su legado artístico y no hay nada tan importante para un artista como su obra. Pero con ser valiosa su música, lo que me gustaría tener sería aquel poncho con el que iba a Padre Pío, su bolso negro de piel en el que siempre llevaba unos folios con apuntes, y su flauta. Aquella que sonaba tanto a Sevilla como una petenera de la Niña de los Peines o un martinete de Triana. Con la que puso música a una Andalucía por la que mereció la pena luchar. A pesar de todo.
Publicado hoy en El Correo de Andalucía, página 5. Desvariando.

Fuente: http://blogs.elcorreoweb.es/lagazapera/2013/07/13/el-poncho-y-la-flauta-de-pepe-suero/