03 abril, 2013

DECOLONIZAR LA ECONOMÍA, POR RAMÓN GROSFÓGEL


“Decolonizar la economía es mirar desde otra geopolítica”
Grosfoguel, profesor de la Universidad de Berkeley, habla de la colonialidad del poder y propone un proceso de descolonización en las actuales luchas políticas.
Marisa Ruiz Trejo. Madrid
Ramón Grosfoguel / Cristofer Vargas
Una de tus propuestas está centrada en decolonizar la economía política. ¿De qué se trata?
Los paradigmas de la economía política están articulados sobre un eje económico, es decir, la acumulación de capital a escala mundial, e identifican dos jerarquías globales de poder: la división internacional del trabajo y la jerarquía interestatal global. El problema con ese tipo de conceptualización es que asume que el sistema-mundo en que vivimos es un sistema económico. Es éste el paradigma que se usó en el socialismo del siglo XX. Este paradigma presuponía que si resuelves estas dos jerarquías se resuelve lo demás. Yo argumento que el sistema-mundo que habitamos se trata de una civilización que tiene dentro de sí un sistema económico enredado con múltiples jerarquías de poder, pero no es un sistema económico en sí mismo. Descolonizar la economía política no es otra cosa que cambiar la geografía de la razón y mirar el mismo sistema-mundo desde otra geopolítica y corpopolítica del conocimiento. Visto desde el Sur global, yo identifico 15 jerarquías de poder globales que constituyen un entramado enredado y complejo de relaciones de poder que no se agotan con la economía o el sistema interestatal global. Vivimos atravesados por una multiplicidad y entramado imbricado de jerarquías de poder global que no se agotan en la economía: que son raciales, de género, epistémicas, pedagógicas, artísticas, estéticas, lingüísticas, espaciales, ecológicas, medicales, y sexuales que forman parte de una civilización.
Tenemos que velar porque no se reproduzcan los ejes de poder múltiples que forman parte de esta civilización Tenemos que pensar en organizarnos en la lucha antisistémica de manera “interseccional”, como dicen las feministas negras. “Interseccional” refiriéndome a que tenemos que velar porque no se reproduzcan los ejes de poder múltiples que forman parte de esta civilización. Si estamos luchando contra el patriarcado cristianocéntrico, que es el que se globaliza a través del mundo, o si luchamos contra el capital, habría que organizarse de manera “interseccional” para que no se reproduzcan las otras lógicas de dominación que forman parte de este sistema. Por eso hablo de la necesidad de descolonizar la economía política para tener un mapa, una cartografía amplia de las múltiples jerarquías de poder que nos dé una articulación política, un horizonte de lucha y que identifique la complejidad del enemigo que confrontamos y que nos permita entonces luchar de manera más eficiente para destruir este sistema que ha sido una pesadilla global de 500 años. A riesgo de sonar ridículo, para nombrar esta civilización que constituye un sistema global de dominación y explotación, prefiero usar una frase larga para visibilizar todo lo que está en juego: “sistema-mundo capitalista / patriarcal /occidentalocéntrico / cristianocéntrico / moderno-colonial”.
En medio de estas fuerzas globalizadoras y de las lógicas de la economía mundial capitalista, actualmente existen algunas luchas políticas que están proponiendo la creación de nuevos conceptos, es decir, de nuevas formas de nombrarse, ¿cómo se articula la lucha para pensar otros mundos posibles desde la mirada decolonial?
El problema es que la cartografía de poder del mundo está atravesada por lo que [Frantz] Fanon llama la división entre los afortunados y los condenados de la tierra que divide el mundo entre zonas del ser y zonas del no ser. La mayor parte en ese sistema-mundo está en la zona del no ser, son sujetos cuya humanidad no es reconocida como tal, hay una minoría del mundo que está en la zona del ser cuya humanidad es reconocida. En la zona del ser hay opresión, hay conflictos pero no se vive opresión racial, se vive privilegio racial. Como diría Boaventura de Sousa Santos, la manera en que se gestionan los conflictos en esa zona son por métodos de regulación y emancipación, es decir, de reconocimientos de códigos de derechos, laborales, derechos de la mujer, derechos humanos, etc. y reconocimiento de discursos emancipatorios como igualdad, libertad, autonomía, etc. El conflicto se vive de manera diferente en esa zona en la que se vive privilegio racial. Ahí las identidades, conocimientos, espiritualidades, formas de ser y vivir, son privilegiadas o consideradas como superiores de otras formas de vivir, de ser, de estar, de pensar, de rezar, etc. que son inferiorizadas. En la zona del no ser, el sistema utiliza la violencia y la desposesión para administrar y gestionar los conflictos. No puedes entender lo que se vive en la zona del no ser con las teorías críticas que se producen desde la zona del ser y viceversa.
Los decoloniales estábamos llamados a una lucha que tome en cuenta la posición de EE UU como país imperialista / racista /patriarcal Esa propuesta de deconstruir las identidades, de no luchar desde identidades, etc. tiene sentido solamente para los oprimidos en la zona del ser. Ahí el anti-esencialismo radical y la desestabilización de identidades es un método decolonial en la medida de que las identidades se han exagerado como superiores. Pero extrapolar esto en la zona del no ser se convierte en un método colonial porque en la zona del no ser se trata de identidades, de epistemologías, de espiritualidades, de formas de ser y de existir que han sido inferiorizadas, invisibilizadas, destruidas. En la medida en que apliques una perspectiva anti-identitaria radical no le permites a esos pueblos reconstruir sus formas de pensar, ser y vivir. En la zona del no ser se viven todas las opresiones interseccionales que vive la gente en la zona del ser, con la excepción de que se vive opresión racial y por esto todas las opresiones son agravadas. Mientras que al otro lado, esas opresiones se viven aminoradas por el privilegio racial.
¿Podrías afirmar que el movimiento indignado del Estado español tendría que poner la colonialidad del poder en el centro del debate de la discusión política?
Sí, para descolonizarse y no convertirse en otro movimiento de izquierda blanca eurocéntrico. Tendrían que hacer un movimiento que dé cuenta al mismo tiempo no solamente de su propia opresión sino de cómo los privilegios que se han vivido históricamente aquí han sido a costa del resto del mundo. Tendría que plantearse reivindicaciones que den cuenta no solamente de sus propios problemas sociales como sujetos oprimidos arriba de la línea de lo humano, sino también plantearse el reto acerca de cómo romper con esa colonialidad del poder global que permita entonces abrir la posibilidad de una Europa decolonial en relación al mundo, porque de lo contrario se convierten en vindicaciones que van a beneficiar a una minoría del mundo nuevamente a costa del resto del mundo. Se trata de descolonizar estas demandas. De lo contrario, corren el peligro otra vez de partir desde posiciones de privilegio en el sistema mundo, aunque seas un obrero explotado o marginado por la crisis.
¿Qué rescatarías de las luchas del movimiento Occupy en Estados Unidos?
Con esta crítica que estoy haciendo no estoy negando las aportaciones del movimiento indignado, me parece algo muy positivo que haya una movilización mundial contra el capital financiero, el problema son las limitaciones. En Estados Unidos esta contradicción ha surgido con fuerza. El movimiento se dividió entre un Occupy y un Occupy decolonial que puso en cuestión las demandas del Occupy hegemonizado por la izquierda blanca. Por ejemplo, en Occupy Oakland, donde yo he participado, hay unas contradicciones enormes. El Occupy de la izquierda blanca, con una actitud paternalista, pretendía decirle al movimiento Occupy de los negros, indígenas y latinos cómo había que hacer la lucha. No se contemplaba en las demandas de lucha la situación de dominación colonial e imperial sobre los sujetos colonizados dentro del imperio americano, por ejemplo, el complejo carcelario industrial, que es un aparato de encarcelamiento masivo de jóvenes latinos y negros. Los decoloniales estábamos llamados a una lucha que tome en cuenta la posición de EE UU como país imperialista / racista / patriarcal. Eso produjo una serie de conflictos, aunque al final no es que no trabajemos juntos, porque se hace trabajo juntos cuando se trata de los temas esenciales. Ambos grupos están en las manifestaciones juntos. Pero se tuvieron que organizar autónomamente los grupos de latinos, negros e indígenas porque con las contradicciones propias del eurocentrismo de la izquierda blanca no se podían expresar en el movimiento sus propias demandas y se reproducía dentro del movimiento una colonialidad del poder que no permitía a los sujetos coloniales expresarse autónomamente. De ahí la necesidad de descolonizar la izquierda blanca occidentalocéntrica. Cuando he hablado de izquierda blanca, no me refiero a la socialdemocracia tipo PSOE, porque visto desde una perspectiva decolonial el PSOE es parte del campo político de la derecha blanca imperialista.

¿Como luchar de forma decolonial?

Ramón Grosfoguel propone una reflexión crítica sobre el aparato teórico montado desde un antiesencialismo radical o anti-identitarismo que es propio para la realidad de unas personas que viven privilegios raciales en el sistema mundo y que se convierte en arma de colonización en el momento en que ese marco antiesencialista se extrapola. Habla sobre cómo ciertas formas de ser han sido históricamente superiorizadas y cómo en cambio otras han sido tradicionalmente inferiorizadas. Grosfoguel propone un proceso de descolonización en las luchas políticas. Entre los ejemplos que pone están la Marcha Patriótica, que agrupa a un sector campesino que presiona por la paz, y Colom­bianos y Colombianas por la Paz.
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La entrevista íntegra se puede leer aquí.

Fuente: Diagonal